En este momento suelen aparecer una serie de escollos que debe atravesar para, gracias precisamente a ese tránsito, progresar.
Uno es pretender despertar para evitar determinadas sensaciones, desde una angustia o malestar general hasta aspectos más puntuales como, inseguridad, nerviosismo, impotencia o timidez. La diferencia que constata entre lo que vive dormido y lo que percibe despierto le lleva a querer reemplazar un estado por otro con premura. Y otro inconveniente es pretender despertar para sentir algo o para conseguir algo, sea una emoción concreta o un determinado objetivo laboral, personal, familiar, etc…
El despertar se convierte en algo que se hace con una segunda intención, para cambiar nuestro estado psicológico o para conseguir algo en el exterior. Esto es una distorsión del ejercicio y, con mucha facilidad tendemos a valorar su eficacia según el éxito alcanzado en estos propósitos.
Sea lo que sea lo que estemos buscando, todo intento orientado en esta dirección está, abocado al fracaso, porque no es más que un intento del personaje de satisfacer sus deseos ya que, si observamos con más detalle la naturaleza de los errores mencionados, podemos adivinar el intento del personaje evitar el yo-idea, y alcanzar el yo-ideal.
Esto puede suceder también después de despertar, cuando nos hemos vuelto a dormir; entonces el personaje intenta apoderarse de lo que él interpreta como una muestra de éxito y superioridad y se muestra eufórico hasta que la próxima frustración lo hace aterrizar.
Antes estos usos y/o abusos, la solución radica en Trabajar para establecer una costumbre que desbarata estos intentos: ejercitar el despertar sin más objetivo que el recuperarnos en nuestra conciencia, sin permitir que algo tan sagrado como nuestra identidad y nuestro protagonismo se vea pervertido por los objetivos del personaje. Añadir finalmente que en este proceso contaremos con una ayuda inestimable, porque a medida que el despertar se vive de esta manera, el sello indeleble de autenticidad gozosa que acompaña la experiencia nos procura la certeza de estar poniendo las cosas en su sitio, tal y como nos propuso Jesús: “Buscad primero el reino de Dios, y su justicia, y todo lo demás os será dado por añadidura”.