Todo esto está más que sabido, la novedad es que lo diga el Papa. Pero la encíclica contiene otras afirmaciones que vale la pena destacar: la primera es que la idea de que la técnica acabará por solucionarlo todo está definitivamente desprestigiada. Después de la masacre del pueblo judío en los crematorios nazis, con el aprovechamiento incluido de los restos humanos susceptibles de tener un valor de mercado, quedó claro que la técnica solo beneficia al poder; y, hoy día, el poder ni tan solo lo tienen los gobiernos: está en manos del capital financiero.
La otra afirmación, quizás la más importante, es que esto se está produciendo ante la práctica indiferencia de la población, exceptuando los colectivos ecologistas, que son minoría y sirven más de coartada que de otra cosa.Porque la inmensa mayoría de la población occidental, la supuestamente cristiana, no está dispuesta a renunciar a unos grados de temperatura de su calefacción o de su aire acondicionado, ni hace nada efectivo por luchar a favor de alternativas energéticas de tipo ecológico.
El Papa ha hecho un especial esfuerzo por dirigirse a todo el mundo: creyentes y no creyentes, cristianos o fieles de otras religiones. Y también se ha guardado de condenar a nadie, seguramente porque no puede presentar a los cristianos en general y a los católicos en particular como ejemplo de la conciencia que reivindica. Pero en coherencia con esta postura de humildad se atreve a proponer la única solución realmente práctica para enfrentar el problema de un modo decidido: un gobierno mundial que respete rigurosamente el principio de subsidiariedad según el cual cada colectivo ha de decidir sobre los asuntos que puede resolver por si mismo. Y es obvio que sobre el efecto invernadero, la contaminación de los océanos, el hambre de los países del tercer mundo, el derroche energético y consumista del primero, las pandemias y las guerras de religión solo puede actuar con eficacia una autoridad mundial.
No es el primero en proponerlo, también parece ser un objetivo del Club Bilderberg, así que el Papa se ha decidido a presentar batalla a nivel internacional en nombre del espíritu. Llevamos bastante tiempo discutiendo si la Unión Europea ha de ser la Europa de los pueblos o la de los mercados; y ahora vamos a trasladar esta discusión al ámbito planetario: a ver si este planeta ha de ser propiedad de las multinacionales o de la humanidad.