Cuando me desprendo de todo y me quedo sin nada, cuando yo ya no soy nada específico, entonces soy simplemente consciente de la Conciencia de Ser, sin ser ninguna cosa.
Cuando se va ganado terreno en esta práctica, entonces cada vez es más fácil. Se va tomando conciencia del desplazamiento de la atención hacia la profundidad, hasta que se puede aplicar a voluntad. Y lo mismo se consigue soltando las cosas que pienso, siento y quiero, que trasladándome directamente de donde estoy habitualmente hacia más adentro; es lo mismo. Me doy cuenta de que al “soltar” las cosas se produce este desplazamiento en profundidad de mi foco de conciencia, pero también que trasladándome voluntariamente se suelta todo lo otro. Mediante la práctica se va ganando la capacidad de trasladarse más hacia dentro, hacia el fondo, pero después uno descubre que no es trasladarse, es dejar de estar fuera.
Al principio es como si hubiera un movimiento activo, y que en lugar de estar, diríamos, en la fila 23, se pasa a estar en la 10. Esto debe aprenderse a hacerlo a voluntad, hasta que- a base de repetir la práctica- se llega a la fila 8,7,6, y finalmente uno se da cuenta que no se trata de llegar sino que se trata de dejar de estar en cualquier otro sitio, uno se da cuenta de que siempre está en el Centro.
Lo curioso de esta práctica del Silencio es que, cuando llega a vivirse, nunca más se olvida, es como si la conciencia realmente hubiera nacido a una nueva dimensión. Cuando se toca fondo, cuando la experiencia es realmente de Silencio, aquello deja en uno algo tan profundo que jamás desaparece. Y a medida que va trabajando y actualizando este Silencio, queda cada vez más presente y uno se da cuenta de que es idéntico a la propia Identidad, y entonces se vive en este Silencio.
Fragmento del libro: “Personalidad y Niveles Superiores de Conciencia” Ed. Índigo 1991, pág.268