Hay algo de arriba, hay este nivel espiritual-que podemos llamar Dios, o que podemos llamar el Yo superior, o simplemente nuestros niveles superiores (según el escalón que miremos)-, que está empujando para expresarse de un modo nuevo, de un modo más rico; y esta presión de arriba hacia abajo es lo que en nuestra mente se manifiesta como necesidad de trabajar, como necesidad de comprender algo nuevo o como necesidad de vivir de otra manera. Con esto quiero significar que el impulso inicial nos está viniendo desde arriba aunque nosotros creamos que es nuestro, y eso ocurre así porque nosotros solamente percibimos las cosas en sus efectos. Cuando yo noto que tengo ganas de algo, creo que estas ganas son mías porque las siento yo, y es muy natural que lo crea así; pero hemos de saber que todas las ganas que nos vienen de crecer nos vienen de algo que ya está crecido, nos vienen de algo que ya es grande y que nos está atrayendo para que nos abramos y podamos realizarnos en un sentido superior.
Esto es muy importante porque significa que la raíz de nuestro trabajo no está en el yo sino que está en Dios, está en lo superior, en lo trascendente. Significa que es Dios, que es esta Realidad superior la que está impulsando el trabajo y por lo tanto es de allí que estaremos recibiendo constantemente estímulos y dirección a condición de que nosotros por nuestra parte aprendamos a estar en silencio, a escuchar interiormente, y también que cada vez que percibamos una indicación interior colaboremos con esta indicación. Y si yo colaboro, cumplo, obedezco la indicación, entonces esta voz, esta capacidad de percepción intuitiva de lo que conviene, de lo que es bueno, de lo que es adecuado para mí, va creciendo.
Extracto del libro El Trabajo Interior. Ediciones Índigo. 1993