Esta es la realización que buscamos, no aquella que puede ser muy importante a nivel personal: ser muy sabio, muy listo, muy considerado, etc. Si esto viene, que venga, mas no es lo que nos va a solucionar los verdaderos problemas. Se solucionarán cuando pueda vivir lo que SOY, cuando tenga una conciencia actual, permanente, de esta potencia, de esta felicidad, de este amor, que son mi propio patrimonio, mi propia naturaleza. Todos los demás fenómenos que voy viviendo no son nada más que pequeñas chispas, limitadas manifestaciones de este YO. Esto es, exactamente, lo que queremos realizar cuando nos planteamos la pregunta: ¿Quién soy yo? Cuando sentimos conscientemente la resonancia que acompaña a la palabra “yo”, estamos yendo por ese camino de búsqueda de la realidad profunda.
Continuamente estamos hinchando nuestra vanidad, nuestra autoestimación, que son patrimonios del yo personal, del yo de superficie. Esta conducta es constitutiva de su naturaleza, porque, precisamente, al tener un campo de visión, de conocimiento tan restringido, sueña con ser más. Pero, en la medida que uno trabajo en esta dirección, ahondando para captar, de un modo más inmediato y experimental, la verdadera potencia, la verdadera verdad, amor y felicidad, deja de soñar, puesto que hacerlo carece de sentido. La actitud de orgullo, de vanidad, se desintegra, así como todos los problemas que únicamente provienen del yo pequeño, que quiere jugar a ser grande.
Si esto se ve, resultará claro cómo, por un lado, hemos de trabajar, tratando de intuir, de un modo más permanente, ese amor que me hace amar, esa inteligencia que me hace comprender, toda esa fuerza.
Antonio Blay Foncuberta. Caminos de autorrealización. Editorial Cedel. 1982.