Para nosotros, el problema radica en que nos vemos obligados a luchar afuera mientras mantenemos simultáneamente una lucha a ciegas dentro. Nos enfrentamos con las dificultades y exigencias exteriores estando disminuidos dentro, profundamente lesionados; y esto es lo que hace nuestra lucha más difícil, y por ello confundimos tantas veces la lucha exterior con la interior, y atribuimos nuestro problema interior a las causas exteriores, porque en la práctica se confunden ambos factores.
Cuando la persona moviliza sus recursos interiores, los actualiza, une su mente con estas energías interiores, reeduca su perspectiva, su visión y valoración de las cosas y adopta una actitud profunda, central, axial y abierta, entonces se da cuenta de que el vivir es algo profundamente positivo, que las luchas que tienen lugar en la vida son siempre positivas, porque a través de ellas, la persona crece, se desarrolla, se afirma, tanto si triunfa como si fracasa, porque ya no está pendiente de una afirmación de su yo, sino que, simplemente, su yo ya está afirmado. Entonces su expresión en el mundo se mide por su dedicación, su sinceridad, su capacidad de lucha, su entrega, y no por los éxitos exteriores que obtenga. Estos éxitos, que preocupan y obsesionan a tantas y tantas personas, solamente constituyen un problema cuando la persona necesita este triunfo de un modo desesperado para descubrir, o creer, que ella es un poco más sí misma. Pero la persona que es capaz de vivirse de un modo directo, inmediato, sin dependencia alguna de las circunstancias exteriores, que está conectada directamente con su propio dinamismo interior, esta persona se emancipa de la dependencia del éxito o del fracaso, busca triunfar, ciertamente, porque éste es el sentido de toda lucha, pero en su interior no depende del triunfo o del fracaso de un momento dado. Para él hay otro sentido de triunfo o fracaso. La persona triunfa en la medida que hace todo lo que puede hacer en un momento concreto; el triunfo se mide por esta sinceridad y totalidad, podríamos decir por esa derechura, de su acción, de su modo de ser y estar en el mundo; no por los resultados meramente externos. Y su fracaso consiste en que la persona no esté a la altura de sí misma, de todo lo que tiene por dar, que no utilice todos sus recursos, aunque exteriormente triunfe, aunque exteriormente merezca halagos y honores.
Cuando podamos movilizar estas energías, reeducar la mente y reeducar las actitudes, tendremos los resortes que nos permitirán recuperar nuestra propia realidad positiva. Hemos dicho que lo negativo es solamente la privación de lo positivo. ¿Cómo podemos conseguir esa recuperación de nosotros mismos, esa normalización?
Conciencia Axial
Antonio Blay
página 146
Editorial Indigo