Basándose en las enseñanzas de Antonio Blay, construye un sistema práctico de auto-observación y desarrollo de la conciencia que en la actualidad enseña y difunde.
Jordi Sapés de Lema
Nacido el 18 de febrero de 1951 en Sabadell. Licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales por la Universidad de Barcelona y Grado Superior de violín por el Conservatorio Superior de Música de Barcelona. Combina su profesión de economista dedicado a la gestión empresarial con la inmersión en el mundo de la cultura. Miembro del Comité Internacional de Animación de Juventudes Musicales, con sede en Bruselas, elabora y difunde un programa de pedagogía musical para escolares.
Conoce a Antonio Blay en 1980 de quien será alumno hasta su partida. En él encuentra respuesta a su búsqueda de algo real, pero descubre también la dificultad de aplicar sus enseñanzas en la vida cotidiana. Observa que, aunque interesan a mucha gente, acaban convirtiéndose en una filosofía utópica más, que alimenta los ideales pero no transforma a la persona.
Para facilitar una aplicación práctica y metódica de esta vía, diseña una serie de ejercicios concretos que permiten optimizar los esfuerzos que se realizan, así como facilitar un seguimiento y una tutela a las personas interesadas en este camino espiritual. Posteriormente, adapta estos ejercicios y esta tutela a la tecnología informática y a la conexión a través de las redes.
Desde 1990 orienta el Trabajo de Antonio Blay mediante este sistema y a partir de1997 se dedica exclusivamente a esta labor, difundiéndolo en talleres presenciales con un posterior seguimiento personal por Internet. Más tarde, incorpora algunos de sus alumnos a esta labor y en 2010 funda la Asociación para el Desarrollo de la Conciencia y la Autorrealización con la finalidad de difundir la obra de Blay y su propio método de aplicación práctica.
Participa en como ponente en 2007 en las Jornadas sobre Antonio Blay que se celebran en Barcelona, en el VIII Congreso de Antropología, Psicología y Espiritualidad celebrado en el 2017 en la Universidad de la Mística de Ávila y en el Congreso sobre Autoconocimiento y Espiritualidad en el Siglo XX, celebrado en esta misma universidad el año 2018.
Jordi Sapés en imágenes y palabras.
La observación.
Cuando dices que pones la atención en tu interior, no es en tu interior, es en tu presencia. Tu presencia no está en el interior de nada. Si tu presencia estuviera dentro de tu cuerpo te sería imposible captar lo que hay fuera de él. Presencia equivale a conciencia, tu presencia es la capacidad de ver, amar y hacer; es la vida, el amor y la luz que eres. Y esta luz ilumina tanto lo que llamas “dentro” como lo que llamas “fuera”. No es la conciencia la que está dentro del cuerpo sino al revés: es tu cuerpo el que está dentro de la conciencia
El personaje.
No confundas el personaje con la personalidad: la personalidad es como eres, el personaje es la idea de que deberías ser diferente. El personaje no es nadie, es un mecanismo, una programación que se ha apoderado de ti. Cuando estamos despiertos, este mecanismo no funciona pero, si dormimos, nos convertimos en la batería que lo alimenta. Pensar y sentir dormidos es una forma de malgastar la vida y la conciencia que Dios nos ha dado. Sin resultado alguno.
Yo experiencia.
El Trabajo espiritual no sirve para ser mejor, sirve para ser uno mismo. Tenemos un cuerpo y una mente personal, con unos conocimientos, una sensibilidad y unas habilidades resultantes de la energía, el amor y la inteligencia que hemos actualizado en la existencia. Y seguimos en ello, atendiendo lo que nos llega y mirando de mejorarlo en lo que depende de nosotros, sin andar midiendo si ponemos más de lo que te toca. Esta es la manera de tener la conciencia tranquila. Y cuando uno tiene la conciencia tranquila, le importa poco lo que opinan los demás.
Conciencia social.
La Ley del Amor es la que le corresponde a la naturaleza esencial del ser humano. Cuando ya tenemos la existencia asegurada, lo que procede es utilizarla de una forma consciente y voluntaria para participar en el mundo y perfeccionarlo. Pero esto implica una percepción diferente del mundo y de uno mismo: requiere la evidencia de que, llegados a un cierto punto, carece de sentido seguir engordando la personalidad y lo que procede es ponerla al servicio de los demás. No por generosidad sino por vocación, porque esto es lo que da sentido a la existencia.