Asociación para el Desarrollo de la Conciencia y la Autorrealización
Pregunta: Pero, el potencial siempre lo estamos usando aunque hagamos lo mismo; lo aplicamos en todo, aunque sean cosas que ya sabemos hacer.
Jordi: No, lo que siempre estamos usando es la inteligencia, el amor y la energía que somos; esto siempre está funcionando, porque todo está hecho de eso. Pero el uso consciente de estas propiedades, la capacidad de amar, de ver y de hacer no necesariamente está activada. Cuando estamos dormidos, también pensamos, sentimos y reaccionamos, pero sin participar de forma consciente y voluntaria en la realidad. Los pensamientos, sentimientos y actos suceden en nosotros, pero no somos protagonistas de los mismos. Y los sucesos nos pasan.
Pregunta: No termino de ver que con la actualización del potencial subamos hacia [la conciencia de] el Ser; cada día actualizamos el potencial y no parece que cambie nada.
Jordi: Conviene aclarar que actualizar el potencial es descubrir algo nuevo que no sabías, integrar algo que hasta ese momento tenías apartado o separado o actuar en una dirección que considerabas imposible. Si cada día te levantas y repites lo mismo, no actualizas ningún potencial. Actualizar el potencial es añadir luz, amor o realidad al mundo en el que estás participando. Esto es subir en conciencia; subes tú y haces subir a la gente que tienes a tu alrededor, porque les comunicas una dimensión distinta de la realidad. Pero, sobre todo, la estás viviendo tú: gozas de la existencia y haces que sea rentable.
En el Trabajo espiritual suelen arrastrarse algunos malentendidos que conviene desmentir. Quizás el más importante sea la idea de que la angustia y el malestar son emociones que solo se experimentan cuando estamos en el personaje. Se supone que, despiertos, vamos a estar todo el tiempo felices y contentos. Pero esta presunción choca con la experiencia de los que se adentran realmente en el camino. Y a veces, se quedan tan sorprendidos que piden el libro de reclamaciones.
Hace unos días, en una viñeta referida a la Navidad, aparecía en el cielo un mensaje de Jesús que decía:
Por mi cumpleaños no me compréis nada. Tengo de todo. Me conformo con que os améis los unos a los otros.
Jesús
Jesús no pierde la esperanza porque está más allá del tiempo, y lo que desde un determinado nivel aparece como conflicto, insensibilidad, odio y persecución, se percibe desde otro como un estímulo para actualizar el potencial de amor que somos.
Ya se está notando el incremento de anuncios de perfumes y loterías que anuncia la Navidad, pronto aparecerán los de juguetes. Recuerdo uno que define la felicidad como lo que se encuentra dentro de un huevo de chocolate, varios que relacionan la libertad con la conducción de un vehículo y otro con sentencias filosóficas relacionadas con una entidad bancaria. Esta entidad nos propone que seamos lo que somos y estemos donde estamos. Y además lo dice en blanco y negro: nada de alegrías, solo profundidad.
Para actuar en la realidad de un modo creativo y eficaz es indispensable actualizar los tres potenciales: inteligencia, amor y energía. Y debe hacerse por este orden: primero estudiar la realidad y hacernos una imagen lo más completa posible de aquello sobre lo cual queremos actuar, a continuación tener la voluntad necesaria para llevar a cabo lo imaginado convencidos de que va a representar una mejora de todas las personas que se verán afectadas y finalmente poner en marcha los cambios, aplicando la fuerza necesaria para superar la inercia que toda realidad presenta cuando la intentamos modificar.
En el Trabajo llamamos “demanda” a esta fuerza que nos mueve a buscar algo sólido y real; normalmente desde un estado de desorientación y desconcierto que procuramos disimular manteniendo en lo posible el comportamiento que la sociedad espera de nosotros como buenos profesionales, buenos padres y madres de familia y, en general, como personas cívicas y responsables. Pero, como se dice, la procesión va por dentro: nos resulta cada vez más difícil percibir un horizonte que nos ilusione, tener un propósito que compartir con la gente de nuestro entorno o sentir esperanza por el futuro de una sociedad que, en vez de caminar hacia el equilibrio y la solidaridad, parece deslizarse hacia el egocentrismo y el conflicto artificialmente provocado.
Las charlas y comentarios de la última edición del Retiro de Oseira se han desarrollado en torno a la relación entre los diferentes planos en los que se mueve nuestra existencia: con una especial atención a la influencia de los niveles superiores en nuestra vida cotidiana.
Lo primero a destacar aquí es la tendencia que tenemos, heredada de la religión tradicional, de mirar a lo superior con una óptica utilitaria: para pedir que nos ayude en los problemas típicos de la existencia cotidiana y, a poder ser, nos los evite. En parte, la incredulidad de mucha gente, procede del fracaso evidente de estas peticiones. Aunque muchos puedan sentirse algo más seguros si confían en esta protección; o considerar incluso que las dificultades que les sobrevienen son una muestra de especial interés que muestra lo Superior por su desarrollo personal o espiritual. No se trata de negar la influencia positiva que lo Superior puede ejercer en nuestras vidas cotidianas, pero sí de enfocarlo desde otra perspectiva menos milagrosa y más eficaz de cara a producir estos resultados.
Hemos nacido en una realidad física y mental que va progresando poco a poco desde el instinto hacia la conciencia. Progresa sobre todo porque, desde unas instancias más elevadas, se siembran periódicamente nuevos arquetipos que proponen una visión más profunda y holística de la realidad desde un nivel de conciencia superior que intuye y se acerca al Ser.
En este proceso debemos vencer un tropiezo monumental que es el personaje. El personaje es fruto de una alteración artificial de la mente que, en la práctica, desprecia a la persona y a su capacidad inherente de ver, amar y actuar en el mundo. Lo hace encargándole un objetivo: revestir una forma concreta de ser que, supuestamente, le ha de proporcionar identidad, fama y poder.
Por tanto, la persona no es ni vale nada de por sí: es, vale y puede en la medida que su entorno la reconoce.