Indicaciones para el trabajo espiritual:
En esta parábola, se pone de manifiesto una de las ideas más importantes del Trabajo espiritual: descubrir y superar el personaje es una condición sine qua non para el crecimiento personal y la evolución espiritual. El que no ve, a pesar de mirar, ni entiende, a pesar de oir, es el personaje. El personaje puede escuchar la parábola, incluso, puede participar en este ejercicio de interpretación y traducir lo que oye con una serie de ideas sobre la realidad que merecen atención, pero estas ideas coexisten en su mente con otras que dicen cosas muy distintas. Y, sobre todo, le merecen menos atención que otros problemas existenciales que, para él son mucho más acuciantes y perentorios. Esto es lo que se les enseña a los apóstoles: entenderlo es relativamente fácil, pero hay que vivirlo.
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Estos tres fracasos en la siembra reproducen, por el mismo orden, las tentaciones de Jesús en el desierto. Recordemos que el diablo le propone utilizar la inteligencia, el amor y la energía a favor de sus intereses como personalidad: ser el más lúcido, el más amado y el más poderoso. Lógicamente, el personaje, que considera que nuestra forma personal no consigue alcanzar unos mínimos que nos permitan ser homologados, es incapaz de resistir estas tentaciones.
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La tierra abonada es la conciencia del ser humano que ha superado estas tentaciones; normalmente, cayendo en ellas y viendo que no resuelven nada ni conducen a ninguna parte. Y los frutos que produce el potencial en esta tierra abonada pueden ser materiales, nada lo impide; pero sobre todo, son espirituales y se miden en términos de conciencia: la capacidad de ver, amar y hacer se actualiza como protagonismo consciente de esta forma que se sabe al servicio de la esencia.
Esto debería ser la cosecha natural de la vida que se manifiesta en este plano. Y tiene tres dimensiones: una personal, otra social y espiritual. Esta cosecha se corresponde a las tres etapas fundamentales de la existencia: la formación de la personalidad, el cumplimiento de una función en el seno de la colectividad y el desarrollo de la conciencia del Ser Esencial, del que procede cuanto ha sido manifestado.
No son tres tareas porque, en tanto que tareas, se pueden desempeñar desde cualquier nivel de conciencia, incluso desde el personaje. Son niveles de conciencia a los que se accede en un proceso de despertar. Primero, se despierta a la realidad personal, a la presencia de uno mismo como entidad que evidencia su realidad esencial de lucidez, amor y capacidad de hacer. Después, se despierta a la pertenencia a una realidad formada por una multiplicidad de formas, que es el campo de manifestación de estas capacidades, sin el cual carecerían de sentido y finalidad. Esta pertenencia expande la conciencia del yo a este colectivo: uno es todos, porque no es nada por sí solo. Y, finalmente, trasciende incluso esta conciencia de totalidad, para vivir la realidad esencial que hay detrás de la misma.
La parábola no se refiere a escuchar la palabra de Dios, se refiere a vivirla; e identifica este vivirla con la misma existencia.
Jordi Sapés de Lema. “El Evangelio interpretado desde la línea de Antonio Blay”. Págs 112 a 123 (párrafos seleccionados). Colección Jordi Sapés. Editorial Boira. 2020