Es la voz que me guió a mí con fe por el camino del arte, contra viento y marea; remando a contracorriente a través de una atmósfera nublada que no permitía ver el camino. Pero ella lo señalaba y Jordi Sapés me ayudaba a afinar el oído y escucharla. Poco a poco fui descubriendo que esa sintonía tenía mucha más fuerza que todos los ruidos del exterior.
También gracias a ella he conocido muchos compañeros de viaje que la oyen. Personas con las que he notado que somos una sola voz, un sólo Espíritu. Y es que encontrarnos en el entorno del Trabajo significa un tesoro de experiencia: la de conocernos sin máscaras, sin muletas ni embudos; en un ambiente en el que no tienes que ser ni llegar a ser nada en concreto, ni tienes que demostrar nada a nadie. Vibras de manera natural en un nivel en el que todo fluye de manera sencilla, donde no hay distinción entre yo y el otro. Notas que eres lo mismo que el otro, porque estáis desnudos ante los ojos de Dios.
Vivimos en un mundo obsesionado por la forma que oculta la esencia; por eso no es extraño que en general la actitud positiva sea tan escasa, sobre todo cuando hay que ponerla al servicio de lo que se considera ajeno. Conmueve e impacta lo que está ocurriendo a orillas del Mediterráneo; ver a los valientes que caminan hasta el fin del mundo con la vida pendiendo de un hilo porque en su biblioteca la palabra futuro ha desaparecido. Y ver a los voluntarios que los recogen del mar y devuelven a la vida a tantos como pueden.
Porque el derecho más elemental e imprescindible, el derecho a la vida, sigue sin estar garantizado. Allí están desnudos, con el alma al descubierto, en la delgada línea entre la vida y la muerte. "El pueblo está salvando al pueblo", dice desconsolado un voluntario de una ONG desbordada. Lo dice con la convicción que da la experiencia de estar desnudo ante los ojos de Dios.
Y mientras tanto, en la noticias nos avisan: "Les advertimos que las imágenes que van a ver a continuación pueden herir su sensibilidad". ¿Qué sensibilidad?, ¿aquella que prefiere cambiar de canal y continuar en su parque de atracciones particular?
Por lo menos pidamos responsabilidades. Nadie merece tanta indiferencia como la que estamos viviendo. Tenemos la obligación de denunciar la frivolidad y el engaño allí donde se den y cada vez que se den, solicitando una mayor información y transparencia.
Dios nos ha traído al Trabajo para que veamos cuál es nuestra misión. Escuchemos la voz del alma y seamos su altavoz con la seguridad de que no hay mejor manera de vivir.