Lo que tiene de bella y sencilla esta homilía del Papa Francisco, es cómo acoge todas las experiencias de la personalidad y les da un sentido de actualización, que sin duda nos lleva a niveles de consciencia más amplios y profundos en nuestro quehacer existencial.
Apela a los valores de sensibilidad, honestidad y coraje para ponernos a caminar sin desfallecer, sin quedarnos atrapados ni en lo que nos parece negativo ni en lo que le damos el valor de positivo.
Da una visión consciente de la felicidad que está muy lejos del estereotipo, porque admite toda experiencia, sin negar el error y el dolor, completando el círculo armonioso al verle el sentido que nos guía hacia la transformación. Es una nueva luz que podemos traer a nuestras vivencias. La felicidad de encontrarse con la belleza de la verdad en lo que sucede, cuando se asume plenamente sin apartar nada, y saber que nos ha de conducir a una nueva experiencia más real, más íntegra y plena.
