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Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

SOBRE BUENOS Y MALOS

Tengo 69 años, lo cual significa que nací en 1951, en medio de una sociedad acobardada todavía por la represión franquista y el recuerdo de la guerra civil. Los buenos eran los vencedores y los malos los vencidos, los rojos. Y por extensión, era malo cualquiera que se atreviera a criticar al Régimen: la crítica era sinónimo de buscarse problemas y la política era sinónimo de desorden y subversión. Había leyes que la prohibían explícitamente y el que se atrevía a desobedecerlas acababa en la cárcel una vez juzgado y condenado en base a estas leyes. No obstante, el régimen franquista les reconocía el carácter de presos políticos y estaban separados de los delincuentes comunes.

Todos los que luchamos en su momento contra esta dictadura y contribuimos de alguna manera al advenimiento de la democracia tuvimos que soportar ser tratados como malas personas, incluso por parte de nuestras familias. Los buenos no salían a la calle a manifestarse, se quedaban tan tranquilos en sus casas y enviaban a la policía a reprimir las manifestaciones. Y a altas horas de la madrugada, la policía política, llamaba a nuestras casas y nos llevaba presos a los malos. Esto sucedía en las mejores familias. Y cuanto mejores eran las familias, más desgracia suponía para ellas.

El malo es siempre el que remueve la calle y las conciencias, no es el que promueve el desorden sino el que lo pone de manifiesto. Siempre nos olvidamos de que algunos tipos de orden encubren un desorden de facto, un desequilibrio latente; y que para restablecer este equilibrio es indispensable que haya algún tipo de perturbación. Para evitar esta perturbación, los que defienden el estatus quo, sea por interés por comodidad o por miedo, suelen recurrir a la fuerza y a la moral, siempre por este orden: la fuerza para reprimir y la moral para llamar a la convivencia y a la unidad.

A lo que nunca se recurre es a la inteligencia, a la información; al contrario, se procura desinformar lo máximo posible. Y lo más lamentable es que, incluso teniendo la posibilidad de informarse, la mayoría de la población recurre a estas dos vías para sacarse de encima su responsabilidad como ciudadanos: prefieren sentirse seguros al amparo de los represores o significarse como buenos al amparo de los que están en contra de la violencia.

Ayer noche, los abogados que defendieron a los ahora condenados comentaban que los cuatro meses de juicio no habían servido absolutamente para nada, que se les había permitido presentar todas las pruebas pero se había hecho caso omiso de ellas. Entendían que la sentencia estaba escrita de entrada y que solo se habían tomado el trabajo de sustituir “rebelión” por “sedición” con algunos olvidos involuntarios que aparecían en el texto. Los que estuvimos siguiendo el juicio a diario durante estos cuatro meses damos fe de que esto fue lo que ocurrió.

Y claro, ya estaba previsto que tras la publicación de la sentencia hubiera protestas, pero como los catalanes nos hemos ganado la fama de civilizados y pacíficos, se esperaba que estas protestas no pasaran de algún corte de carretera y alguna marcha de estas de miles o millones de personas, da igual la cantidad, a la que somos tan aficionados. A lo mejor el año que viene nos da por organizar una marcha de miles de personas hasta Bruselas, comernos algunas bolsas de mejillones con patatas y volvernos de vuelta a casa orgullosos de la capacidad de movilización que tenemos, una capacidad que se ha demostrado absolutamente inútil. Por eso, los partidos que están en campaña electoral se atreven a seguir dando leña al mono catalán dejando claro que se han de cumplir las penas, porque esto les da votos en las generales.

Aquí tenéis un comentario que aparece en las redes en relación a los últimos acontecimientos:

“Lo que pasó anoche: chicos de 18 a 25años que en los últimos 7 años han salido a manifestarse sin tirar un papel al suelo y se les ha tratado de terroristas, nazis, pro etarras, comandos, golpistas, sediciosos, violentos y poco menos que asesinos; chicos a los que han tirado a la basura sus votos en todas las elecciones que han participado: 3 generales, 2 catalanas, 1 europea, habiendo votado a líderes que M. Rajoy no solo decía que podían presentarse si no que debían hacerlo.

Chicos a los que habéis masacrado, junto a sus familiares y amigos, por votar el 1 octubre; a los que habéis robado el dinero de sus pensiones, de su educación, de su sanidad, de su jubilación; chicos que pagan con sudor y lagrimas cantidades indecentes, trabajando y estudiando, por unas carreras que en otros lugares parece que regalan. Son jóvenes que han dicho basta, que no quieren estar más donde se les ningunea, se les menosprecia, se les roba; donde no tienen ni voz ni voto, donde viven los asesinos de sus abuelos, donde se homenajea al franquismo y se encarcela a líderes políticos por poner urnas.

Jóvenes que no admiten que se rescate a la banca con miles de millones del dinero de su futuro por unas casas que, aun habiendo pagado buena parte de su hipoteca, han sido embargadas y con ellas la de los padres avalistas, los sueldos de todos. Y para remate le sigues debiendo al banco de por vida. Se rescatan autopistas, oleoductos ilegales, aeropuertos fantasma, pabellones no inauguran porque ahora no son viables, macro discotecas, polideportivos gigantes en ciudades donde no vive casi nadie. Un robo constante.

Jóvenes frustrados al ver a sus guías pacifistas en prisión por 100 años y escuchar que hay que modificar la ley para que cumplan la pena íntegramente. Jóvenes que ven como son detenidos y encarcelados por una canción, un tuit, un zumo de naranja, una col lombarda, una careta, un cordón de zapato, un libro, una obra de títeres…

Esta juventud ha dicho basta; se bajan de este mundo, lo harán mejor o peor, pero se mueven con dignidad y por unos derechos cada vez más y más recortados. A estos jóvenes ya no los engañáis más, los habéis perdido para siempre como a la mayoría de Catalunya, podéis encarcelar sus cuerpos pero jamás sus ideas; estos jóvenes “han dit: prou.”

Esos jóvenes son los nietos de los que enterrasteis en cunetas sin saber que eran semillas.

Como decía David en su comentario: no toda la violencia es igual, no es lo mismo quemar un contenedor que reventarle un ojo a un manifestante. Bien pues en este texto tenéis reflejadas otra serie de violencias que se cometen cada día bajo el amparo de estas leyes que, supuestamente, no se pueden alterar y se tienen que cumplir.

Ayer en Barcelona, una serie de personas se interpusieron entre la policía y los grupos de jóvenes y consiguieron evitar los enfrentamientos de noches anteriores. Muy bien, pero ¿qué alternativa les vamos a dar a estos jóvenes airados si ni tan siquiera nos atrevemos a reconocer y rechazar la violencia que estamos sufriendo como parte de esta sociedad?, ¿de verdad consideramos que estas leyes y esta justicia pueden ser un punto de referencia para nosotros

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