Ayer alguien tuiteaba: «Había dos hombres que se subían a un coche y eran capaces de mandar a toda la chavalería a casa pero el estado los metió en prisión y los condenó a 9 años». La cuestión es que en Cataluña comienza una larga travesía del desierto protagonizada por una buena parte de la sociedad (el porcentaje no lo sabemos porque el Reino borbónico prohibe la consulta…). Los próximos años toda la gama de acciones de la desobediencia civil se desplegará con toda su fuerza y, de hecho, habrá acciones que serán calificadas como violentas. El estado, por supuesto, responderá con cárcel y represión. Esta respuesta, claro está, no será calificada de violenta por los mass media de Madrid ni por los de la alta burguesía catalana.
Mi deseo: que los pueblos que compartimos yugo nos unamos al tsunami. Los vasconavarros lo tenemos difícil, todavía pesan las consecuencias de la nefasta estrategia del pasado pero reaccionaremos más temprano que tarde.
Un último apunte: el papel de los Mossos ha sido preocupante (no se han limitado a golpear a los que accedían a las pistas y han vuelto a utilizar material muy peligroso; aquí ya tenemos un muerto por pelotazo, Iñigo Cabacas en 2012) pero es continuación de sus actuaciones en deshaucios y otras cuestiones sociales.
