A la vuelta del monasterio

     Acabo de llegar a casa después del retiro de Oseira, y el contraste entre un ambiente y otro hace que cueste aterrizar de nuevo en la cotidianidad. El entorno sigue igual, pero algo en mí ha cambiado, y el desafío es integrar lo experimentado con el mundo ordinario que ya conozco.

Lo he vivido de forma activa, entre liturgias y charlas, que me han aportado experiencia y claridad. Lo primero que destacaría es el despertar. He visto la posibilidad de atravesar este retiro, o bien desde la inercia —como una actividad más—, o bien realmente presente. Las liturgias han sido las pausas que nos han invitado a parar, dejar de dis-traernos (sacarnos fuera) y abrirnos a la relación con Dios.

Este año he disfrutado especialmente cantando salmos. Ha sido una forma de oración que, al recitarlos con sinceridad, las palabras se hacían realidad en mí. Fueron momentos en los que me he sentido escuchada y acompañada por Dios. Un gesto que expresa bien esta experiencia fue al darme cuenta de cómo levantaban la mirada algunos monjes y sonreían mientras cantaban. Se me manifestó la evidencia de su relación con el Padre.

El contacto con Dios, de entrada, parece algo inaccesible y no acabamos de creer que podamos recibir respuesta. Hay dos cosas que me han llamado la atención sobre cómo establecer esta relación de una forma sencilla. Primero, el trato: no sólo acudir a Él para pedir, sino hablarle como se hace con un amigo. Saber que le podemos comunicar con sinceridad nuestras inquietudes, preocupaciones y lo que nos ocurre en el día a día. Lo segundo es relacionarnos con la conciencia de que Dios desea que nos relacionemos con Él; lo cual nos da el empuje para acudir a su llamada, aunque ésta sea silenciosa. Un cambio de perspectiva que ha hecho replantearme el contacto que mantenía hasta entonces para pasar de ser algo esporádico a tenerlo presente cada día. 

Por último, destacaría una de las enseñanzas que nos ha transmitido Juan María, monje del monasterio, analizando la oración del Padre Nuestro. El momento en el que decimos Perdona nuestras deudas (u ofensas), la palabra «deuda» se refiere a que todo cuanto somos nos ha sido dado y, de alguna forma, lo tenemos que devolver. Me ha hecho reflexionar esta explicación, pues clarifica el sentido de nuestra existencia: estamos aquí para donar, no para mantenernos en un círculo cerrado. Si somos inteligencia, amor y energía es absurdo omitirlo en relación a nuestro entorno, porque hay que estar en constante devolución. Esto se relaciona con la actualización del potencial: devolvemos la deuda actualizando y con actitud positiva (de poner). 

En resumen el retiro ha sido una experiencia desde el silencio, de despertar, de sentirme acompañada por Dios, de normalizar la relación con Él y de vivir la donación como un acto natural.

Davinia Qui.

Imagen propia: Ventana de una de las habitaciones de la hospedería del Monasterio de Oseira.

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