El camino de Blay

El camino que Blay indicaba era ser cada vez más uno mismo: Utilizando la vida como una escuela y los problemas como un estímulo para descubrir nuestra naturaleza esencial.

ANTONIO BLAY FONTCUBERTA

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Antonio Blay nació en Barcelona en 1924 y murió en la misma ciudad en 1985. Se interesó desde muy joven por la perspectiva oriental de la realidad y se preocupó por darle una forma que fuera útil y eficaz para nuestra mentalidad occidental. Pero esta tarea no fue un trabajo intelectual sino el producto de su propia experiencia, una experiencia que le llevó a un viaje personal hasta el centro de la realidad. Desde allí nada tiene secretos, todo es claridad y bien; y él transmitía esta evidencia y bondad al tiempo que invitaba a cada uno a realizar su propio viaje. Para él este era el sentido de la existencia: descubrir la realidad que somos.El camino que indicaba era ser cada vez más uno mismo: sin creencias no contrastadas personalmente, sin recetas para eludir las dificultades; utilizando la vida como una escuela y los problemas como un estímulo para descubrir nuestra naturaleza esencial. No se trataba de dar vueltas a las cosas sino de mirarlas con la suficiente intensidad y profundidad para comprender el significado que tenían y el papel que jugaban en nuestra evolución. Mirar con interés para ver y comprender desarrollaba una posición central de equilibrio, seguridad y apertura que posibilitaba una libertad total.Blay era un reflejo viviente de esta libertad, fortaleza y serenidad. Pero lo más extraordinario es que lo era conservando al mismo tiempo el aspecto de un hombre ordinario: uno más, uno que simplemente se había dado cuenta de lo que todos somos.

Blay en imágenes y palabras.
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El potencial.

Esa potencialidad, de donde surgen todas mis respuestas, no es algo alejado de la realidad. A esa potencialidad, la llamo precisamente potencialidad sólo porque lo miro desde mi percepción física, o mi experiencia sensorial, ya que esta potencialidad, en su propio nivel, es mi realidad; y es en este plano de la experiencia concreta que se va manifestando como mi realidad personal en el tiempo y en el espacio. Pero todo lo que yo voy siendo y lo que pueda llegar a ser en este proceso de devenir, todo eso es la actualización en el tiempo, en lo fenoménico, de algo que yo ya soy en un nivel o en un punto más central. Y ese nivel o punto central es lo que realmente soy. Y además, lo soy constantemente, es mi identidad, es lo que soy en mí mismo; y lo que yo voy actualizando son modos de ser de ese Ser total.

 

El amor.

El amor, como fuerza central -cuando se vive en profundidad y no como un estado de excitación o de apasionamiento-, es una fuerza sintética que tiende a reorganizarlo todo, a centrarlo todo, a armonizarlo todo. Lo ideal sería que llegásemos a vivir siempre desde ahí, porque lo que se vive es solo un atisbo de la realidad mayor que somos. Se trata, pues, de instalarnos ya allí. El arte de crecer en la vida consiste en que yo vaya progresivamente ocupando mi verdadero lugar, y desde esta zona más profunda pensar, sentir y actuar.

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La energía.

El arte de ser capaz de hacer grandes cosas no consiste en hacer mucha fuerza sino en permitir que la fuerza infinita que nos anima funcione, sin ponerle ninguna traba. Y yo no le pongo ninguna traba cuando soy capaz de vivir centrado y abierto a las situaciones. Entonces, vivir así, no crea ningún problema; vivir así es cuando uno es capaz naturalmente de responder a toda situación de la manera que convenga sin tensión, sin el menor esfuerzo.

La mente.

La mente es diferente de la energía y diferente del amor. La mente es lo que nos hace plantear un problema, lo que nos permite comprender que hay un problema, formulario y buscar una respuesta con sentido al mismo. Y eso es distinto del amor. Todo lo que estudiamos, lo estudiamos con la mente; y todo lo que conocemos lo conocemos con la mente. Hay que llegar a darse cuenta de la mente como facultad, como nivel, porque es esa mente la que se pone en contacto con el nivel superior, ahí donde están todas las respuestas, toda la inteligencia. Entonces, la mente, en silencio, formula una pregunta; y luego se queda en silencio, atenta, receptiva, desde ese mismo punto, o hacia este mismo punto de donde surgirá la respuesta. O sea, que es partiendo de la mente en su formulación inteligible que se está manteniendo contacto con la mente superior. Cuando uno pasa al plano del sentir, ya se ha ido de la mente; la mente es el plano del conocer.

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