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Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

3.- El Evangelio interpretado desde la línea de Antonio Blay.- Boira Editorial

Cuando somos conscientes de lo Superior podemos aprovecharlo y acelerar nuestro desarrollo. En este momento ya nos habremos alejado lo suficiente del personaje para comprobar que la existencia no tiene nada que ver con lo que él presumía. Este es un fenómeno que nos puede confirmar que realmente estamos avanzando: nuestra noción de yo y nuestra visión de la realidad se modifican por completo cada vez que damos un salto y nos colocamos en un nivel superior de la conciencia. Si las lecturas que hacemos solo sirven para ir añadiendo ideas, sin que nada sustancial cambie, es señal de que debemos leer menos y practicar más.

La experiencia nos dice que la realidad tiene muchos planos, cada uno con sus leyes y su propia dinámica; querer trasladar de forma literal recomendaciones válidas para un nivel a otro diferente suele ser una fuente de confusión; tanto si lo de arriba se quiere aplicar abajo como al revés. En la práctica, cada vez que accedemos a un nivel superior necesitamos nuevas instrucciones para movernos por él. Y a menudo no resulta fácil encontrarlas. Con esta intención se ha escrito este libro. No para dar instrucciones de cómo actuar desde los niveles superiores sino para indicar dónde podemos encontrarlas.

Aquí conviene resaltar que el propósito es actuar desde los niveles superiores pero en este plano terrenal. No vamos a hablar de viajes astrales ni de realidades post mortem, ni tan siquiera vamos a considerar la opción monástica que pone toda la atención en el espíritu, reservando para el cuidado del cuerpo y de la mente un mínimo indispensable. Lo que vamos a considerar es el modo de actualizar nuestra capacidad de ver, amar y hacer en nuestro mundo cotidiano personal, familiar y social; lo cual dará lugar, lógicamente, a formas de comportamiento diferentes de las que se tienen por norma en este entorno.

Tales instrucciones se han venido dando en el marco de las religiones tradicionales con referencia a sus textos sagrados. Cada religión tiene los suyos. Aunque en el fondo todos dicen lo mismo, cada uno se acomoda a la forma de vida y a la visión del mundo propia de su cultura. La que corresponde a la nuestra es el cristianismo y nuestro texto de referencia es la Biblia que, entre otros libros de la tradición judía, contiene a los Evangelios.

Estos Evangelios, escritos con posterioridad a la vida de Jesucristo, incluyen muchas anécdotas de su existencia que fueron trasmitidas oralmente y que se mezclan con discusiones doctrinales de los primeros tiempos del cristianismo. Estas discusiones dieron posteriormente lugar a dogmas que la Iglesia considera de obligado cumplimiento; pero el comportamiento que Jesucristo tiene y las indicaciones que da no pueden ser convertidos en normas y obligaciones porque son de la naturaleza del amor.

Recordad las últimas palabras que dice a sus discípulos cuando se despide de ellos: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Bien pues la pregunta es: ¿de qué manera les amó? Y ahí está la respuesta que andamos buscando.

Naturalmente, si encontramos la respuesta es porque nos hacemos la pregunta. Carece de sentido explicar algo difícil de entender a una persona que no está interesada en el tema. Tiene que haber una preocupación previa, una incógnita que se considera importante resolver; entonces la explicación se recibe como agua de mayo.

Bien, pues esta es la experiencia que tenemos todos los que hemos sido educados de pequeños en colegios religiosos y que en su día abandonamos la religión tradicional en busca de otras referencias más convincentes. Algunos tuvimos la fortuna de encontrarlas en las enseñanzas de Antonio Blay. Y más tarde, al releer un poco por casualidad algunos pasajes del Evangelio, nos ha sorprendido entenderlo con una gran claridad, como una especie de Manual de Trabajo que responde a todas las incógnitas que se presentan al intentar congeniar la trascendencia con la vida cotidiana.

Y una de las cosas que más llama la atención es el acento y la atención que Jesús pone, no en lo Superior, sino en lo más miserable, infortunado, menesteroso y desdichado. Quizás esta sea la sorpresa más grande que tenemos en estos cambios de percepción de la existencia inherentes a la evolución en el espíritu. La supuesta dificultad de hacer que lo inferior ascienda se resuelve con el movimiento contrario: es lo Superior que desciende para hacerse cargo de nuestros errores y animarnos a resolverlos.

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