Estos días tengo en mente a tantas personas que están haciendo que, a pesar de todo, la vida siga adelante y a quienes no puedo hacer otra cosa que agradecer esta tarea de incalculable valor. Todos ellos me recuerdan el aspecto amor del ser humano que crece ante las dificultades: empleados de supermercados, farmacéuticos, personal sanitario, agricultores, repartidores, empresas de alimentación y material médico, cuidadores de personas mayores y discapacitadas, empleados de estaciones de servicio, conductores de ambulancias, técnicos de ascensores, personal de los cuerpos de seguridad, empleados del transporte público, montadores de mobiliario hospitalario, equipos de limpieza, etc. Además de tantas personas anónimas que se están dedicando a elaborar equipos de protección sanitaria, profesionales que ofrecen diferentes servicios de manera gratuita o gente que “simplemente” se presta para escuchar a aquel que lo
necesite.
Esto me hace reflexionar sobre nuestra naturaleza social y ver el mundo como una inmensa tela de araña con infinidad de hilos invisibles que vamos tejiendo entre unos y otros. Éste es el más vivo ejemplo de que no existimos como entes aislados sino que lo hacemos como parte de un todo y que, por tanto, nuestra existencia tiene sentido en tanto que miembros de este todo. Un todo perfectamente organizado tanto a nivel micro como macro, a nivel del cosmos, lo que me tranquiliza enormemente porque sé que a este nivel no sucede nada que no deba suceder: no cae una hoja sin que sea voluntad divina. Así que, ¿qué sentido tiene resistirse a esta voluntad? Lo que podemos hacer más bien es preguntarnos qué nos ha llevado hasta aquí y qué podemos hacer para remediarlo.
Al planeta le urgía una limpieza profunda,necesitaba detenerse para oxigenarse porque se estaba asfixiando. Desde hacía tiempo se vaticinaba que llegaría el día en que la Tierra dijera basta y nos diera una buena sacudida y así está siendo. Nosotros, como humanidad, necesitábamos que el estatu quo se tambaleara para darnos la oportunidad de despertar de la hipnosis colectiva en la que estábamos sumidos. Digo la oportunidad porque está claro que habrá quien lo aproveche y quien no.
A nivel personal, la vida es un continuo de situaciones que nos ayudan a actualizar el potencial, ya que la
dificultad se nos presenta como tal en aquellos ámbitos que no tenemos suficientemente ejercitados. Lo mismo ocurre a nivel colectivo, donde las dificultades son señales de alarma que nos dicen que algo hay que atender (como expresa Blay en el artículo de este mes) y, en este caso, el sonido de la sirena es tan fuerte que se escucha sin cesar alrededor del mundo.
Parafraseando algo que me dijo Jordi una vez y que se me quedó grabado: esta situación es una desgracia desde el punto de vista del personaje pero una bendición desde el punto de vista del potencial. Y con eso segundo me quedo. No es por ser pesimista pero me cuesta creer en las frases de que esto nos va a hacer dar un cambio de chip como humanidad. Todo cambio que se precie y más si cabe uno de semejante envergadura no se produce de la noche a la mañana, es más, requiere de mucho tiempo para cocerse y elaborarse. Por tanto, no sé si nosotros seremos testigos de este cambio de paradigma a nivel colectivo.
Sin embargo, sí que creo firmemente en el ser humano como demuestran las infinitas redes que estamos
tejiendo entre todos, el esfuerzo de muchas personas que dan a cambio de nada, el trabajo de todos y cada uno de los profesionales que he nombrado al principio que están aportando lo mejor de sí mismos a pesar de las dificultades, etc. Por ello, pienso que de darse un cambio éste vendrá de la mano gente anónima, de que se encienda una luz (por tenue que sea) en la conciencia de algunos que conlleve pequeños gestos y acciones a nivel micro, en su día a día, en sus relaciones, en su manera de ver el mundo y actuar en él.
Desde luego, todo ello se verá reflejado a gran escala aunque, como toda transformación, llevará su proceso
que en muchos momentos será duro. Sabemos que las cosas no se consiguen por arte de magia y que el precio que hay pagar para acceder a un nivel superior de conciencia es alto y casi siempre conlleva un sufrimiento previo, como quien muda su anterior piel para dejar paso a la nueva. Eso sí, la vivencia de plenitud posterior bien lo merece. En mi caso, lo he vivido a nivel personal durante los últimos dos años. Es duro pero, como decía Jordi, el ser aparece cuando “no puedes no”, con lo que una vez más Dios nos ha hecho un favor poniéndonos ante esta situación.
Me gusta la metáfora de la gota que va empapando el terreno. Aunque este terreno nos parezca reseco e inabarcable, todos sabemos que cada pequeña gota cuenta. Y si la capacidad de propagación del virus ha sobrepasado todas nuestras perspectivas, ¿por qué no puede tener la misma fuerza de expansión la vibración interior que todo esto está despertando en muchas personas? Curiosamente, ahora que estamos más aislados que nunca es cuando más conciencia podemos tomar de ser parte de esa enorme tela de araña que nos hace sentir al otro mucho más cerca y vivir su dolor como el nuestro.
Para terminar, decir que me siento muy afortunada de pertenecer a esta comunidad que es ADCA cuyo papel como plataforma que busca expandir la conciencia veo imprescindible más si cabe en estos tiempos que corren. Hoy más que nunca hemos de intentar que nuestra voz llegue al mayor número de personas posible, pues ésta es la responsabilidad que nos ha sido dada.