#1962
Jaume
Participante

Gurdjieff y Pogossian continúan en búsqueda del monasterio de Sarmung, y se encuentran en diversas aventuras.

En una de ellas, les salen al paso perros de pastores Kurdos, y Gurdjieff arrastrando instintivamente a Pogossian lo obliga a sentarse en medio del camino. En el libro dice: “Por el solo hecho de de quedarnos sentados, los perros dejaron de ladrar y de echarse contra nosotros. Nos rodearon y a su vez se sentaron.”. “Pero apenas hacíamos el gesto de levantarnos, tranquilizados por su buen talante… ¡Caramba que ni hablar!. Se levantaban inmediatamente y mostraban los colmillos.” Permanecen en esta situación hasta que una pastora llama a los perros.
Puede que Gurdjieff, quiera reflejar un aspecto que el resalta mucho en su Trabajo, la conducta mecánica del hombre. Ahora, cabe indicar que no consideraba a todos los canes por igual, en el libro cuenta que durante unos años de su vida le acompañó uno al que llamaba Filos, y lo define como inteligente, fiel y con actitudes sorprendentes.

Las peripecias de estos dos buscadores no cesan, ya que cuando se encuentran cruzando un rio en barca son descubiertos por militares, que al ver que huyen sin respetar el alto les disparan. Hieren a Pogossian en la pierna.
Es oportuno precisar que en el libro lo que realmente hiere a Pogossian es la picadura de una araña, deduzco que este cambio en la película es posible que lo hicieran, en honor a su amigo de la infancia Piotr Karpenko, que este sí, que realmente fue gravemente herido en un tiroteo en el rio en una de las aventura con Gurdjieff y sus amigos, y posteriormente murió.

Retomando la historia, cerca de allí un sacerdote armenio les acoge en su casa, donde pasan unos días esperando la recuperación de Pogossian. El sacerdote les explica que tiene un pergamino al que un hombre que decía ser príncipe le ofrecía mucho dinero para comprarlo pero, al no quererlo vender, se conformo con hacer una copia. Se lo muestra a Gurdjieff y al verlo se emociona, porque es El Egipto antes de las arenas. Hubo tormentas de arena que enterraron pueblos enteros y les podía ser de gran utilidad en su búsqueda del monasterio Sarmung. No tardaron en poderse hacer una copia, y dirigirse en barco a Egipto.

En el barco Pogossian se encarga de trabajar en la sala de maquinas y Gurdjieff de mantener en perfecto estado la cubierta. Pogossian le dice:-“Me encanta trabajar. Me impide dejarme llevar por mis sueños estúpidos. Empiezo a entender porqué me gusta trabajar con mi cuerpo”. Esta sentencia en el libro queda ampliada: -“…’yo’…amo el trabajo. No es con mi naturaleza con que lo amo, porque la mía es tan perezosa como la de los demás hombres, y nunca quiere hacer algo útil…,…cuando empleo la palabra yo, debes entenderla no como mi yo integral, sino solamente como mi inteligencia. Amo al trabajo, y me impuse como tarea lograr con perseverancia que mi naturaleza toda ame el trabajo, y no solo mi razón.”. ”Además, tengo la absoluta convicción de que en el mundo un trabajo consciente nunca se pierde. Tarde o temprano, alguien debe pagar por él. Por consiguiente, si trabajo hoy así, sirvo a la vez a dos de mis objetivos: en primer lugar tal vez acostumbre a mi naturaleza a no ser perezosa; y en segundo lugar, aseguro mi vejez.”, ”Y más que todo, trabajo porque en la vida lo único que conforta es el trabajar, no por fuerza, sino conscientemente. Esto es lo que distingue al hombre de los asnos de Karabaj, que también trabajan día y noche.”. Al llegar a Egipto, Pogossian decide quedarse en el barco y aprender todo lo que pueda de las máquinas, Gurdjieff continua.
Esta escena refleja parte de las ideas sobre el trabajo físico de Grudjieff y además, podría representar el simbolismo, del que en el Trabajo espiritual se queda en el yo experiencia.

Continuará…

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