#1641
Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

Magnífica explicación que pone claramente de manifiesto que la empresa capitalista ha dejado de ser un vehículo útil para el desarrollo y mantenimiento de la sociedad; porque a la vista está que el objetivo del beneficio por encima de cualquier otra consideración entra en colisión con la finalidad última de cualquier sistema económico que es permitir el sustento de toda la población.

También das en el clavo cuando apuntas que basar una alternativa exclusivamente en el desarrollo de la conciencia individual es algo utópico, porque cualquier sistema económico tiene aspectos técnicos que no se pueden satisfacer mediante el voluntarismo. Así que, si pretendemos prescindir de la empresa capitalista y del sistema de mercado, hemos de proponer una alternativa que permita resolver algo tan indispensable como es la asignación de recursos: qué tenemos qué producir y qué factores vamos a emplear para producirlo. Actualmente esto se hace mediante el sistema de precios de los bienes, del precio de los factores: materia prima, información y mano de obra (salarios); y de rentabilidad del capital (dividendos).

Pero en vez de fijarnos en estos precios y dividendos, también podemos observar directamente los bienes reales, físicos, que se están manejando. A fin de cuentas, los precios, los salarios y los dividendos no dejan de ser una abstracción contable. Lo cierto es que para producir trigo se necesitan gente y arados. Dada una extensión de tierra, podemos estimar el número de personas y arados necesarios para cultivarla, la cantidad de trigo que van a consumir estas personas y la cantidad que, por tanto, sobrará. Considerando también la cantidad de trigo que consumen los trabajadores que producen el hierro para los arados así como el hierro empleado en sus herramientas, tenemos el problema resuelto.

Supongamos que constatamos en la práctica los siguientes datos: Los campesinos consumen 280 quintales de trigo y 12 toneladas de hierro (en forma de arado) y consiguen una producción de 400 quintales de trigo. Los operarios de la industria consumen 120 quintales de trigo y 8 toneladas de hierro y consiguen 20 toneladas de hierro:

280 Qm. de trigo + 12 Tm. de hierro = 400 Qm. de trigo
120 Qm. de trigo + 8 Tm. de hierro = 20 Tm. de hierro

En esta economía cerrada en la que solo se produce trigo y hierro podemos tomar como unidad de cuenta cualquiera de los dos productos; supongamos que elegimos el trigo:

12 Tm de hierro = 400 Qm. de trigo – 280 Qm. de trigo = 120 Qm. de trigo.

Si 12 Tm de hierro valen 120 Qm. de trigo, el valor del hierro es igual a 10 veces el del trigo. O, si se quiere, el precio del trigo es 1 unidad y el del hierro 10 unidades. David Ricardo escogió el trabajo como unidad de cuenta porque aparecía en la totalidad de los procesos productivos y Marx lo convirtió filosóficamente en fundamento del valor; pero lo cierto es que, como unidad de cuenta, tan correcto es elegir el trabajo como los cerdos. Se trata simplemente de establecer unos valores de intercambio que se correspondan con las proporciones reales en que intervienen en el proceso económico las diferentes mercancías.

Pero además, estas proporciones sirven para definir técnicamente que cantidad de cada mercancía se necesita para producir otra mercancía. Así podemos ampliar el ejemplo del trigo y el hierro a millones de mercancías, y establecer para cada una de ellas la cantidad física de todas las demás que se precisa para producirla. Podemos representar la producción de la totalidad de bienes del sistema como producto de combinaciones de todos ellos; en las proporciones determinadas por coeficientes técnicos. Simplemente, si algún bien no interviene en la producción de otro, su coeficiente será cero.

Esto es lo que se conoce actualmente como “Tablas Input-Output”. Si se conoce en profundidad el sistema económico en términos físicos, no se necesita ningún mercado para determinar ni los precios ni los factores de la producción necesarios para producir cada bien. Es más, el mercado lo hace por tanteo y en cambio, de esta manera, se obtienen los datos precisos de una manera inmediata. Para determinar lo que debe producirse sólo hay que decidir si queremos dar preferencia a la producción de trigo o de hierro; sabiendo que para incrementar la producción de cualquiera de las dos cosas debemos incrementar también la de la otra en la proporción que ya conocemos. Por lo tanto, podemos dirigir el proceso de crecimiento en función de objetivos sociales preestablecidos en vez de subordinarlo al beneficio del capital.

Además, conociendo la proporción de intercambio o valor de los distintos bienes, nada nos impiden alterarla siempre y cuando compensemos la disminución de unos con el crecimiento de otros. De esta manera podemos subvencionar, por ejemplo los libros, a costa del alcohol y dirigir el consumo hacia una dirección determinada, al igual que hacemos con la producción. Sólo hay que definir los objetivos que se quieren conseguir y toda la economía se subordinará a su consecución. ¿Y quién decide lo que hay que producir?: pues lo deciden los ciudadanos democráticamente.

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