[size=4][size=4]Sin duda alguna todos tenemos una demanda interior de búsqueda, de encontrar un sentido mayor que el que nos ofrece las satisfacciones mundanas, todos anhelamos el vivir nuestra mejor versión de nosotros mismos y para ello necesitamos nuestra presencia ante Dios, nuestra desnudez ante quien no nos podemos esconder ni aparentar. El problema surge cuando estamos inmersos en una desorientación tal que hacemos caso omiso a esta demanda natural. Esta desorientación es lo que alimenta nuestra violencia y peligrosidad interior que atenta contra nosotros mismos y nuestro entorno. El mayor problema surge cuando no hemos llegado a deslumbrar nuestra propia luz que no es otra que la luz de lo Superior, que no seamos capaces de reconocer esto con humildad y enorgullecernos de nuestra luz, una luz prestada a la que debemos hacer uso en beneficio de lo superior que es todo cuanto somos y nos rodea. Como digo, el mayor problema es no reconocer la luz en nosotros y la oscuridad, es vital que podamos diferenciar los dos ámbitos para dejar de aprender a sobrevivir y aprendamos a vivir, siempre con la ayuda de los superior. Aquel que se ha olvidado que está afligido es aquel está empeñado en seguir sobreviviendo[/size][/size]