#2175
Jordi
Participante

Tenemos una aspiración innata de plenitud, de presencia y de conexión con Dios. No tener satisfecha esta demanda provoca desazón.

El personaje utiliza esta desazón para decirnos que es causada por algo malo que hay en nosotros y por nuestra manera de ver, sentir y hacer las cosas. También nos señala que no son suficientes las cosas que tenemos, la vida que vivimos… Para solucionarlo nos propone ser de un modo nuevo, tener cosas nuevas, hacer una vida nueva. Cuando lo consigamos, entonces sí alcanzaremos la tan deseada plenitud.

Sin embargo, cuando, después de mucho esfuerzo, conseguimos alguno de los objetivos que nos marca el personaje vemos que tan deseada plenitud llega de forma efímera o ni tan siquiera llega. Y, en vez de ver que la solución que nos propone el personaje no nos lleva a la plenitud, nos culpamos a nosotros mismos por no haber hecho suficientemente bien lo que nos propone el personaje, y nos decimos que “la próxima vez sí, la próxima sí que lo haré de forma perfecta y de una vez por todas conseguiré la felicidad” y así discurre nuestra vida: una infinita secuencia de ensayo-error en la que siempre nos sale error.

Es importarse darse cuenta de que el personaje utiliza esta desazón para “vendernos” su solución, de modo que pensemos que la desazón viene provocada por no ser como él nos propone ser. Y esta cortina de humo nos impide ver la verdadera causa de la desazón, que es la falta de plenitud, presencia y conexión con Dios causada, justamente, por la propia injerencia del personaje en nosotros.

Scroll al inicio