Este sentimiento benéfico es lo que llamamos demanda: demanda de realidad, de pertenencia y de sentido. Es benéfico porque intuimos que es algo a lo que tenemos derecho y que nos va a llegar inevitablemente si persistimos en buscarlo. Pero en el momento que queremos forzar este objetivo, la propia presión nos bloquea y convierte el deseo en agravio e impotencia.
El secreto reside en alcanzar y mantenernos en una posición en la que nos encontremos al alcance de Dios, mirando hacia arriba mientras atendemos lo de abajo.
A veces intentamos subir pero seguimos con la atención puesta en lo material y pretendemos que Dios nos resuelva problemas que nos competen a nosotros. Y a veces buscamos las alturas con la pretensión de escapar de nuestras responsabilidades. En ambos casos podemos acabar angustiados y no entender el motivo de esta angustia porque creemos estar pendientes de Dios. Y no es verdad, no estamos pendientes de Dios sino de nosotros mismos y de lo que Dios nos puede dar.
No debemos olvidar que somos el Ser en comisión de servicio