Durante estas semanas, esta frase me ha ido transportando a una vivencia que tuve en el coro de Oseira hace unos pocos años (no recuerdo en qué edición). Mientras cantaba los salmos sentía una gratitud indescriptible y podía por fín ver y sentir mi existencia desde Arriba, abrazada por un infinito paraguas de comprensión y de compasión. Desde allí repasaba mi vida hasta ese momento, desde los recuerdos principales a los más escondidos y singulares, y constataba con inusitada relajación que todo lo que había sucedido en mi vida había sido magnífico y todo estaba teñido de un enorme significado. Cada suceso, cada paso y cada aprendizaje habían sido un camino para llegar a estar más cerca de Él, o más bien para darme cuenta de que Él siempre había estado a mi lado o en lo más profundo de mí, abrazando y apoyando mi camino.
Pero si algo me ha ayudado estos días a volver a ese estado de forma natural ha sido el ir leyendo esta multiplicidad de opiniones y experiencias, más activas y variadas que nunca pero a la vez con una voz profunda, experimentada y sólida, que permite percibir una red de personas reales, con propósitos profundos y una calidez traslúcida que permite ver que somos lo mismo: una expresión de Él, más allá de internet, del espacio y del tiempo.