Nuestros sentidos, en este caso la vista y el oído, son las ventanas a través de las cuales la Inteligencia que somos se asoma al mundo. Son ventanas con trayectoria en ambas direcciones: si miramos o escuchamos el exterior con atención (sin perder la conciencia de esta última) avanzamos en la comprensión del mundo sensible. Si, por el contrario, miramos/escuchamos hacia adentro nos vamos a ir acercando al Yo Esencial.
Lo mismo podemos decir de nuestra capacidad de amar representada por el corazón. Por un lado nos permite relacionarnos con el exterior vinculándonos a las personas que vamos encontrando en nuestro periplo vital y, por otro lado, cuando buscamos de dónde procede todo ese torrente de Amor, nos vamos haciendo gradualmente uno con la Esencia.