Si no fuera por la vista y el oído, la luz y el sonido no serían nada más que confusión y pulsaciones en el espacio. De la misma manera, si no fuera por el corazón que amas, tú hubieras sido un leve polvo llevado y desparramado por el viento.
Este par de frases dirigen nuestra atención al papel que juega la conciencia en la creación. La vista y el oído es lo que informa nuestra mente del entorno que nos rodea; si no fuera por la mente que lo interpreta y le da sentido no percibiríamos más que una serie de manchas y sonidos caóticos.
Pero una vez percibida esta realidad la pregunta es qué nos mueve a intervenir; porque podríamos quedarnos contemplando el espectáculo pasivamente. Y la respuesta es que esto que se nos aparece delante despierta en nosotros un interés y una atracción que nos moviliza.
Esta intervención genera un eco que nos hace conscientes de ser partícipes de una totalidad que incorpora nuestra aportación personal y le da continuidad. Así pues, el papel que la inteligencia juega en relación a la luz y el sonido es equivalente al que juega el amor registrando nuestra acción.
El sentido que tiene mi existencia es ser testimonio de la realidad del otro. Así es como la conciencia se puede multiplicar de un modo infinito sin perder intensidad, haciendo que el Todo sea cada vez más pleno y más diverso. Cada alma, cada foco de conciencia, recrea la totalidad en su conciencia y la enriquece dando valor al otro.