#1653
Isabel
Participante

Me ha parecido muy interesante el debate que se ha originado propiciando la expresión de diversas opiniones.
Me gustaría aportar mi experiencia como maestra de Primaria en centros públicos del cinturón de Barcelona, donde vengo impartiendo, desde hace más de 20 años, las asignaturas en catalán a niños entre 7-12 años.

Antetodo explicaré que soy barcelonesa (catalana), aunque mi procedencia es murciana. Mis padres se casaron en Calasparra, su pueblo natal, para iniciar en Barcelona su nueva vida juntos, concretamente en el barrio del Carmelo, donde yo nací en una de sus “barracas”. Mi padre empezó a trabajar picando a mano en la construcción de una línea de metro en Barcelona y posteriormente en un par de fábricas, como obrero.. y mi madre “a servir” en una casa de la burguesía catalana, dónde en la intimidad hablaban Catalán y socialmente Castellano porque era lo que se llevaba. De muy pequeña, para mí los catalanes eran los “ricos”, ya que el Carmelo era un verdadero “gueto” de inmigración castellanoparlante.
Asistí a la escuela pública “Ruiz de Alda” hasta los 12 años. Después nos trasladamos al Vallés (comarca a las afueras de Barcelona) donde conocí que también había personas “de a pie”, trabajadoras, que eran catalanas y hablaban en su lengua.
Quisiera decir que entonces tuve la impresión de que lo que realmente nos separaba no era la lengua que hablábamos sino que unos eramos de la clase “pobres” y otros de la clase “ricos”; unos procedíamos básicamente de los perdedores y otros de los ganadores de una guerra.
Hasta los 18 años no tuve necesidad de hablar catalán, y fué instada por mis “jefes” catalanes de la empresa donde trabajaba.
Mas tarde, después de estudiar en nocturno, y dominar ambas lenguas, me incorporé como maestra en plena inmersión lingüística.
Por entonces me relacionaba con un grupo de maestros de Salamanca y Segovia. Todos ellos recibieron “reciclaje de catalán” en horas lectivas durante varios años para poder incorporarse a la nueva Ley de Educación. Actualmente, la mayoría de ellos están afincados en el pueblo, Mollet, y otros.. por diversas razones, regresaron a “su tierra”.

Actualmente en las escuelas se imparten las asignaturas en Catalán, exceptuando, claro está, Castellano e Inglés. Muchos de los niños ahora escolarizados ya proceden de padres que recibieron la educación en esta lengua.
En el aula se da la circunstancia de que toda la comunicación escrita y oral entre alumnos y profesores se vehiculiza en Catalán, pero con mucha frecuencia la oral entre alumnos, tanto a la hora del patio como en clase, se produce en Castellano porque hay una tendencia a “pasarse de lengua” cuando hay presente algún castellanoparlante. Por lo menos es lo que ocurre en el cinturón de Barcelona, según he observado en las diversas escuelas en las que he trabajado.
Mi experiencia es que esta situación no supone ningún impedimento para el currículum del alumno. Cuando ciertos alumnos muestran dificultades, acostumbra a detectarse algún problema a nivel de aprendizaje en general.

Los inmigrantes que hemos estado recibiendo (hoy en día todavía puede ir viniendo alguno por temas de reagrupación familiar) son principalmente de origen latinoamericano y marroquí.. aunque también africanos, rusos y chinos. Para ellos hay establecido un sistema “de acogida” por el que se les introduce, tutorizados a nivel individual, en la nueva lengua a lo largo de dos años, durante los cuales están exentos de “evaluación”. Lógicamente los latinoamericanos parten con ventaja porque ya conocen el Castellano, pero el resto lo aprenden rápido en la calle por un tema de subsistencia.
Para calificar el grado de éxito en cuanto a integración, currículum y posterior inserción en la sociedad, creo que hay que tener en cuenta otras variables diferentes de una lengua no materna, como son principalmente:
– la situación familiar, en cuanto a nivel socio-económico y cultural de la família, así su estructura interna.
– el lugar de procedencia, en cuanto al tiempo que han estado escolarizados o no y el nivel de competencias que han adquirido

Dependiendo de estas variables, hay alumnos que en unos meses van conociendo el idioma y se integran relativamente pronto a la dinámica de la clase y hay otros a quienes hay que ir “acompañándolos” más individualmente en el conjunto de las asignaturas, adaptándoles los contenidos para que, partiendo de su nivel, vayan progresando.

Nuevamente, esto me hace pensar que lo que nos separa no es tanto una lengua u otra, si no las circunstancias que hacen que las personas estén en situaciones más o menos desfavorecidas y me parece más coherente poner la mirada en esta dirección para procurar que todos recibiéramos atención según las necesidades.

Últimamente he conocido ejemplos de famílias que han optado, aprovechando situaciones laborales propicias, por estar un año o dos en el extranjero (Alemania, Australia, EEUU..) y no han dudado en escolarizar a sus hijos en centros con un idioma diferente a la suyo, seguros de que la nueva experiencia será enriquecedora para ellos

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