#1668
Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

Las ideas del Trabajo también son de aplicación en esta cuestión de las naciones. Recordaréis que, cuando hablamos del amor, hacemos mención de la unidad y de la pluralidad. Decimos que la realidad es maravillosa justamente porque es tan diversa. Y que la unidad que incluye toda esta diversidad es inmensamente superior a lo que podría manifestar una sola cosa uniforme, por excelsa que fuera.

También decimos que todos somos un potencial infinito de inteligencia, amor y energía; pero que cada uno de nosotros lo es de una forma única e insustituible. Y que esta es nuestra razón de existir.

Por eso vale la pena citar aquí a Max Scheler hablando del amor. Dice:

El amor exige, aún más que la simpatía, la diversidad y la autonomía de las personas. Su sentido más profundo consiste en no considerar y tratar al otro como si fuera idéntico al propio yo sino en afirmar su diferencia y distinción, su propia realidad y su propio modo de ser. El amor se puede dirigir a la naturaleza, a la persona humana y a Dios en lo que tienen de propio, es decir, de distinto de aquel que ama. Cuando el amor pretende ignorar las diferencias no es más que resentimiento u odio por los valores positivos de las personas o de los colectivos singulares.

Como veis, también se refiere a los colectivos.

Es preciso reconocer que Nico tiene razón: cuando salimos de Cataluña, lo más que podemos esperar es que nuestros interlocutores sean lo suficientemente educados como para no aludir al tema catalán. Pero si sale a colación, la condena es la norma. Y si falta la delicadeza, nos enfrentamos a una verdadera animadversión, consecuencia de haber sido utilizados como chivo expiatorio por determinadas posiciones políticas. Como lo fueron los judíos en su momento.

Por eso mismo, yo no considero que debamos renunciar a priori a que se modifique la Constitución. Tenemos que darles a los políticos la oportunidad de transformar este sentimiento de agravio mutuo en respeto y orgullo por el carácter multinacional del estado español. Basta con admitir claramente que en este estado hay diferentes naciones y proponer que estas naciones sigan colaborando entre sí.

Claro que, tal como están las cosas, han de darse prisa. El último episodio de esta cadena de absurdos es el recurso que el gobierno del Estado ha puesto ante el Tribunal Constitucional por la declaración de soberanía que ha hecho el Parlamento Catalán. Parece ser que la Constitución prohíbe que un parlamento elegido democráticamente por los ciudadanos que habitan en una zona que se llama Cataluña diga que estos ciudadanos tienen capacidad de decidir acerca de si mismos. Si esto es cierto, hemos de concluir que tenemos el Parlamento de la Señorita Pepis.

Así que necesitamos que se modifique la Constitución para poder ser demócratas de verdad. Todos. Los catalanes y al resto de pueblos que llevan tiempo caminando con nosotros.

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