#1679
Jordi Calm
Participante

Un agravante a esta situación es la incapacidad fáctica que tiene el gobierno español actual en variar el rumbo de confrontación, si no colisión directa, que está manteniendo desde un inicio. Sucede que son muchos años sacando rédito electoral en toda España de presentar una determinada imagen de los catalanes como para ahora pretender reorientar su mensaje, algo que, piensan, sería difícilmente asimilable por buena parte de su electorado. Si alguna voz con peso en el PP quisiera tener una mayor sensibilidad con las demandas catalanas y se atreviera a anunciarlo, como poco sería llamado al orden, y al sentido común, por su propio partido. Esta actitud hacia lo catalán, de la que no está exenta el PSOE (y para última muestra aquí está el señor Rodríguez Ibarra, y hace unos días Alfonso Guerra, reverdeciendo laureles) ha hecho que buena parte de la población española tenga una visión de los catalanes, y sus pretensiones, como mínimo dudosa y que, como dice Jordi, a menudo recurran a la discreción para evitar males mayores, lo cual, por cierto, estoy por pensar que también sucede en este foro.

De hecho, esta servidumbre a la coherencia del mensaje tiene muchas variantes, algunas de ellas ya constatadas, como la pérdida de votos que, de forma real en las elecciones y virtual en los últimos sondeos, está sufriendo Convergencia a quien este “giro soberanista” como ahora se ha dado en llamar, ha desconcertado a muchos de sus votantes; mientras, Esquerra, siempre coherente con esta dinámica, está subiendo como la espuma.

En cualquier caso, la verdad es que este es un asunto de estado, y no de partido, y como tal debería ser tratado. Lo que ocurre es que esta democracia, más que parlamentaria, es partitotaria (y perdón por el palabro) y esta falta de visión, y de responsabilidad, es muy limitante, por decirlo de una forma amable.

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