#2112
Jordi
Participante

Hola, os explico cómo he vivido estos días.

Vivo en Girona desde los ocho años. Tradicionalmente me he sentido catalán y español. Me emocionaba con Els Segadors (el himno catalán) y también cuando sonaba el himno español.

Desde que tengo uso de razón, el independentismo ha sido un tema de conversación recurrente a mi alrededor. He constatado, eso sí, una evolución en los últimos 20 años. En los 90 los independentistas procedían de familias catalanas de toda la vida (tradúzcase por gente con apellidos catalanes). Lentamente y, a partir de Carod-Rovira, esto fue variando. El independentismo se fue abriendo a todos los sectores de la población hasta el punto de que hoy en día nos encontramos con políticos independentistas como Antonio Baños y Gabriel Rufián, los cuales afirman en castellano: “queremos la independencia de Cataluña”, algo bastante inaudito tan solo unos años atrás. Ésta ha sido para mí una de las jugadas maestras del independentismo: abrirse a todo el mundo que viviese en Cataluña. Ha pasado de ser una minoría a ser la mitad de la población.

También hay que tener en cuenta que Cataluña ha estado mucho años dirigida por un partido, CiU, que ha jugado con los sentimientos de los catalanes para provocarnos en contra de España, exponiendo que Madrid es el enemigo y que “España nos roba”. CIU, un partido para el que la “normalización lingüística” ha consistido en renunciar al castellano y apostar al 100% por el catalán (al menos en Girona). Un partido con una ideología que, gustase más o menos, era el punto de referencia de todos los catalanes, fuese para darle apoyo o para criticarlo, pero el punto de referencia.

La caída del “pater familias” Jordi Pujol ha supuesto tal descalabro que no nos hemos recuperado aún. Jordi Pujol era una especie de Dios al que nadie cuestionaba nada, ni tan siquiera que no hubiese aceptado el concierto económico que en su momento le ofreció Suárez. Ver que no es quien nos pensábamos que era y no sólo eso, sino ver que ha robado y traicionado a todos los catalanes es algo de que nos ha dejado en estado de shock. No sólo ha caído Pujol sino que ha caído toda su manera de hacer política y en definitiva el punto de referencia de todos.

El independentismo es un tema que nunca me ha interesado especialmente y del que siempre he evitado hablar por parecerme un tema eterno, cansino y sin solución. De hecho, nunca me ha parecido un tema muy importante porque nunca he creído que mi vida fuese a cambiar en un Cataluña independiente. Y es que para mí, ya es como si viviese en un Cataluña independiente: mi día a día es 100% en catalán, todo mi entorno es catalanoparlante y lo único que hago en castellano (mi lengua materna) es el Trabajo.

Sintiéndome cómodo así, en una Cataluña dentro de España y también estando a favor de que la gente vote, el día el 9 de noviembre de 2014, día en que se celebró la consulta independentista no vinculante, fui a votar y voté no a la independencia.

Y llegó el 1-O. No me pareció bien que no nos dejasen ir a votar. Considero que es un derecho. Por eso ese día a primera hora estuve ya en el colegio electoral que me tocaba. Allí percibí lo que comentaba Jordi, que formaba parte de algo mayor a mí, fue fantástico. Luego empezaron a llegar los vídeos de colegios donde había intervenido la Guardia Civil y la Policía Nacional, vídeos algunos de ellos donde aparecían conocidos míos y compañeros de trabajo siendo aporreados. Voté sí a la independencia. Tratándonos de ese modo, el Estado no nos deja otra opción. No quiero formar parte de un Estado que trata de este modo a sus conciudadanos. Nos organizamos y nos pasamos el día entero de colegio electoral a colegio electoral “protegiéndolos”. Las furgonetas de la Policía Nacional pasaban delante de los colegios y si había mucha gente congregaba solían (no siempre) desistir. En los colegios en los que estuve yo no intervinieron.

Con respecto a este hecho quiero mencionar que creo que fuimos utilizados por el Gobierno catalán. No me creo que no supiesen lo que iba a pasar. Lo pintaron todo como si fuese una fiesta. La gente iba en familia a los colegios. Incluso yo acudí al colegio con una amiga y su hija de 18 meses pensándonos que aquello era algo lúdico-festivo. Por suerte nos dimos cuenta del riesgo y ella se llevó a su hija a casa. Los fuerzas de seguridad de Estado hicieron su trabajo y allí están los vídeos que todos hemos visto.

La sensación que se te queda en el cuerpo al verte tratado así por la policía de tu propio país, a la que pagas con tus impuestos y que se supone que te tiene que proteger es de desolación.

Te sientes desprotegido. Ves que el Estado al que creías que pertenecías no te respeta ni te quiere y además te maltrata. Como el matrimonio de matratador-matratada del que habla Jordi Sapés en uno de los comentarios. No te dejan alternativa. Te quieres ir de allí.

Luego vino el día de la vaga del 3-O y el discurso del Rey. El discurso me dejó estupefacto. La verdad es que siempre había sentido cierta simpatía por la Corona, una institución como de país de cuento de hadas que me despertaba interés de chafardero, de revistas Hola y Diez Minutos. Cuando vi cómo el que se supone que es rey de todos los españoles ignoraba el trato recibido por los más de dos millones de personas que fuimos a votar, algo se acabó de romper dentro de mí.

La sensación que tengo ahora es que Cataluña es una simple colonia española. No se nos quiere. Bueno, sí se nos quiere, claro, se nos quiere como se podía querer en su momento a Filipinas o a Cuba. Ya no me siento representado por España. Ya no es mi país.

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