#2143
Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

En este recorrido que hemos hecho por la península desde nuestro regreso de EEUU hemos tenido que escuchar toda clase de insultos en relación con el pueblo del que formamos parte, hasta el punto de que en Oseira, al preguntarnos los huéspedes que encontramos en el monasterio de dónde éramos, decidimos contestar que éramos catalanes que viajábamos de incógnito. Jamás ha habido tanto silencio en el comedor como durante esta semana.

Previamente, en el Congreso de Antropología de Ávila, suerte tuvimos de alguna alma caritativa que nos hizo de parapeto y procuró distraernos con su conversación; porque el machaque era total y estaba protagonizado por personas que supuestamente tenían un cierto nivel intelectual y religioso. En un par de casos intentamos dar nuestra visión del asunto y nos encontramos como respuesta, ya no digo incomprensión, sino un odio profundo.

Por último, en Madrid, tuvimos ocasión de hablar del tema con personas que nos aprecian y nos respetan y constatamos la absoluta desinformación que hay allí acerca de lo que pasa en Cataluña. Son los nuevos tiempos de la post-verdad, que se impone ya no en Internet sino en los propios medios de comunicación, de manera que las emociones se sobreponen al interés por averiguar lo que realmente sucede. Cualquier reivindicación catalana se contempla como exagerada y fuera de lugar. Por poner un ejemplo, nadie sabe que nuestros trenes de cercanías se averían un día sí y otro no por falta de inversiones del Estado en algo que es de su competencia.

Situados en Catalunya, nuestra impresión es que la población se ha comportado con una firmeza y decisión que van muy por delante de la capacidad de previsión de unos políticos que no se esperaban una respuesta tan extraordinaria. La única instancia que ha estado a la altura ha sido nuestra policía. Y la sensación actual es la de ser un país ocupado al que se pretende humillar. Además hay mucha frustración por la ausencia del apoyo que se esperaba por parte de Europa. En cambio, las dificultades económicas que tanto se quieren resaltar: el traslado de la sede de las grandes empresas y la disminución del turismo y del consumo se interpretan como algo lógico, dadas las circunstancias. Parece que el espantajo de la depresión económica no surte efecto: otro motivo para sentirnos orgullosos.

Está claro que en Catalunya se han cometido ilegalidades. Una ley que por una parte permite a los partidos presentar un programa electoral defendiendo la independencia y por otra cesar y encarcelar a un gobierno legítimamente elegido con tal programa cuando pretende ponerlo en práctica, es una ley que está llamada a ser transgredida. No obstante esta transgresión se ha ejecutado de forma innecesariamente atropellada y poco estética desde un punto de vista parlamentario, dando así argumentos a la fiscalía española.

Pero ya me diréis que clase de elecciones son estas que se han convocado desde el Gobierno Central que ha “perfeccionado” esta ley utilizando propuestas de Fraga que, en su día, fueron desestimadas por los constituyentes. Y qué sentido tiene ir a votar en estas condiciones. Tanto más cuando las declaraciones de los políticos de uno y otro lado asemejan una riña de patio de colegio en la que no se adivina la más mínima intención de ponerse a trabajar para resolver un problema que la represión no hace más que agravar.

En medio de esta atmósfera intelectualmente opaca y emocionalmente envenenada, brilla especialmente la comprensión y la altura de miras que estáis expresando todos los compañeros del Trabajo desde todos los rincones de la Península. Esto demuestra que nos encontramos en un nivel de conciencia más alto y somos capaces de entender esta situación como un reto, sin necesidad de condenar personalmente a nadie.

Desde este nivel de conciencia más elevado, yo diría que colectivamente estamos participando en un cambio fundamental en la Unión Europea que dará lugar a la desaparición de los actuales Estados y concentrará el poder legislativo y ejecutivo en un Parlamento y un Gobierno Europeos compatibles con una descentralización a nivel regional; es decir, estamos encabezando el tránsito de la Europa de las Naciones a la Europa de las Regiones.

Y por otro lado, estamos denunciando, por enésima vez, una transición imperfecta e inacabada del franquismo a la democracia, porque el pueblo español sigue siendo sociológicamente franquista y proclive a las soluciones autoritarias. Así que, si se quiere arreglar la cuestión territorial habrá que hacer un lavado profundo en las estructuras políticas españolas para liberarlas de esta lacra antidemocrática que adora la visceralidad y admira la corrupción.

Scroll al inicio