El Papa, en el marco de sus críticas contra el sistema económico, ha resaltado el derecho a «llevar el pan a casa» como una de las bases de la dignidad de la persona, al margen de que los parados puedan recurrir a los programas de asistencia de la Administración o de la propia Iglesia. Así que, aunque la acepta como mal menor, toma posición en contra de la beneficencia considerándola como un atropello a la dignidad del hombre y de la mujer.
Asimismo ha hablado en contra del permiso para abrir los comercios el domingo; no solo porque la Iglesia reserva el domingo para el culto sino porque esta práctica impide que se reúnan las familias al menos un día a la semana, al margen de si son creyentes o no. Cada vez es más notorio que las razones del capital y del beneficio se imponen por encima de cualquier otra cuestión.