Palabras del Papa Francisco, hoy:
“Me siento llamado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes –bastantes, bastantes en número, aunque no en proporción con la totalidad [de los abusadores]—y a pedir perdón por el daño que han causado por los abusos sexuales a niños. La Iglesia es consciente de este daño. Es un daño moral y personal cometido por ellos, pero como hombres de la Iglesia. Y nosotros no queremos dar un paso atrás en el tratamiento de este problema y en las sanciones que se deben aplicar. Al contrario, creo que debemos ser muy duros. ¡Con los niños no se bromea!”.
Ya era hora. Efectivamente, no fueron la mayoría; pero fueron demasiados. Y sobre todo: la Iglesia jamás debería haberlos encubierto; ni haberse refugiado en el pretexto de que algunos aprovechaban estos hechos para atacarla. Era lo correcto. Cuanto más superior se pretende el nivel de conciencia, más responsabilidad se tiene.