#1795
Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

Lo primero que se me ocurre al leer este artículo es que el estado español está pagando un precio muy alto por sus “plazas africana”; bastaría con devolverlas a Marruecos para que Europa dejara de estar en África. Esto es un residuo colonial, exactamente igual que Gibraltar.
Lo segundo es recordar que, según estimaciones de las agencias internacionales que se ocupan de los fenómenos migratorios, en los últimos 20 años unos 6.000 emigrantes sudamericanos han muerto en el desierto de México intentado entrar en EEUU y unos 20.000 se han ahogado en el mediterráneo intentando llegar a Europa.
Estos 15 que se ha ahogado en Melilla quizás llamaran la atención durante un mes, pero exclusivamente para ver qué medidas hay que tomar para evitar que entren los aproximadamente 30.000 que están esperando en la zona la posibilidad de dar el salto.
Y todo es darles la culpa a las mafias que organizan los viajes de los que se están muriendo de hambre en sus países o están abandonados en medio de las luchas por el poder entre diferentes clanes políticos y religiosos.
Si os fijáis, la ayuda al Tercer Mundo es algo que ha desaparecido de los programas de gobierno del mundo occidental; seguramente con el beneplácito de todos los ciudadanos. Porque no hay más que ver las leyendas urbanas que corren acerca de cómo los inmigrantes reciben mayor atención sanitaria que los autóctonos.
Pero mira por dónde, gracias a las restricciones que ha introducido el PP y que prohíben prestar atención médica a los que carecen de papeles, se están empezando a trasmitir enfermedades que ya estaban erradicadas; y es que los virus no entienden de papeles. Como siempre, lo que no entendamos por discernimiento tendremos que entenderlo por sufrimiento: el planeta es único y la humanidad también.
Dejadme que acabe con una cita del Papa Francisco sobre la emigración; dice:
Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”.

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