La película presenta un panorama existencial muy cruel del que solo se sale apartándonos de la vida cotidiana.
Para mí el episodio más lacerante, que resume el ambiente familiar, es la negativa de los nietos a distraer su atención de las maquinitas para recibir a los abuelos. Consentimos que nuestros hijos se refugien en el autismo, con tal de que no nos molesten. Pero esto es el final de una cadena que procede de padres y abuelos: llevamos una vida de absoluta frustración, pero tan agobiados que ni tan solo podemos dejar espacio en nuestra rutina diaria para una inesperada visita. “¿Cuándo se van?”, es la pregunta que todo el mundo hace; y se tienen que marchar del todo porque ni tan siquiera hay tiempo para asistir al entierro.
El abuelo despierta en el momento que se encuentra excluido del sistema por la muerte de su esposa; nadie da un duro por él porque le consideran incapaz de valerse por sí mismo y, no obstante, lo abandonan a su fin. Pero él escapa al único lugar alternativo que aparece en su conciencia: un lugar poético en el que su mujer se refugiaba en sueños y expresaba por medio de la danza.
El hijo mayor, situado en este mismo ámbito onírico, resalta la polaridad entre materialismo y espiritualidad. El Japón conserva por un lado una realidad poética y mística, representada por la danza y el monte Fuji, y resume por otra toda la mecanicidad del modelo occidental que amontona a la gente en colmenas gigantes y los pone a producir sin cesar, incluso en domingo. La desesperación total que genera esta clase de existencia viene simbolizada por el sexo comercial como sucedáneo del amor.
Pero el amor reaparece a través de una figura que vive al margen del sistema y no ha perdido su capacidad de conectar con la realidad, aunque sea por teléfono. Y el abuelo establece una relación con ella abandonando su personalidad para revestir la de su mujer. Es el estado de conciencia que le permitirá morir realizado, aunque para ello tenga que esperar que el monte Fuji, el espíritu, se le revele después de mucho persistir.
Hay un detalle al que conviene prestar atención: saca del banco todo cuanto tiene ahorrado y lo invierte en este propósito final.