#2087
Jordi Sapés de Lema
Superadministrador

Abundando en lo que dice Pilar, vale la pena observar aquí que el hombre comparte en su mente una dimensión personal y una dimensión social; y que una persona normal, incluso sensible, puede actuar como un monstruo en el momento en que funciona como un engranaje del sistema.
De hecho los oficiales alemanes que dirigieron las primeras ejecuciones masivas de judíos lo pasaban fatal personalmente; y si había alguno que disfrutaba con las masacres estaba mal visto y se le consideraba un enfermo o un sádico. Precisamente por eso se inventaron las cámaras de gas, para que estas ejecuciones masivas fueran más digeribles para los verdugos. Entonces, si experimentaban esto, ¿cómo justificaban las ejecuciones?: pues por razones de Estado, un Estado que, en aquel momento, se identificaba con un pueblo, el alemán, que había sido humillado por los vencedores de la primera guerra mundial.
No sabemos qué hubiera sucedido si los alemanes hubieran ganado la guerra pero podemos apostar que hubieran sido “los buenos”. Y esto fue lo que tuvo que soportar Hannah Arendt, la indignación de los vencedores por su cuestionamiento de que el bien y el mal se pudieran asignar con tanta facilidad respectivamente a los vencedores y a los vencidos.
Cuando se desciende del todo a la parte y se quiere aplicar al individuo la moral del colectivo, esta moral siempre rechina porque se revela como algo que pertenece más a la superestructura que a la realidad cotidiana de las personas. Esta definición del mal como la acción que realiza alguien que se niega a ser persona se puede compartir, pero hay que matizarla porque es evidente que no es tan fácil ser persona; nosotros lo sabemos muy bien porque para ser persona hay que estar despierto. Y si esto resulta difícil en una sociedad supuestamente liberal en la que cada uno es libre de pensar lo que le dé la gana, imaginaros en un estado totalitario.
Los que se negaron a leer su libro y se dedicaron exclusivamente a denigrar a la filósofa tampoco tenían ningún interés en ser personas. Es posible que en el actual estado de evolución de la humanidad sea inevitable la existencia de juicios, sentencias y castigos, pero en todo caso lo que se condenan son los hechos, no las personas. Las personas nunca condenan a las personas.

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