Sin embargo, lo que más llama la atención en la película es que nos presenta una sociedad profundamente marcada por la religión, de manera que casi todos los personajes se definen por su posición personal respecto de ella. Esta posición es tan relevante que puede impedir el matrimonio entre dos jóvenes que se quieren pero pertenecen a distintas confesiones religiosas.
Pues bien, lo que todos tienen en común es que, en realidad, no creen en nada. Bueno, hay uno que sí cree, pero todos los demás lo consideran loco de remate. Y el ministro de la iglesia que aparece en la película se muestra extrañado de que al creyente no le encierren en el manicomio.
Así que es una sociedad de creyentes que no creen en nada y que utilizan a Dios como coartada de sus frustraciones personales y su cobardía.
Esta es la denuncia que Kierkegaard hacía y desde luego, no es exagerada .