Gurdjieff y el arqueólogo consiguen contactar al fin con miembros de la Hermandad que llevan tiempo buscando; aunque más bien se diría que, después del esfuerzo realizado, es la Hermandad la que contacta con ellos.
Allí reciben la última lección acerca del conocimiento: el conocimiento no procede de las ideas sino de la experiencia. Sin embargo es necesario disponer de un bagaje conceptual para sacar partido de esta experiencia. El progreso espiritual es consecuencia de una adecuada combinación entre el ser y le saber. El saber parece muy interesante y luminoso pero se disuelve en la nada, en cambio la experiencia del ser resulta a menudo confusa pero permanece y profundiza en la conciencia.
El arqueólogo ha encontrado por fin un entorno que cubre todas sus expectativas pero a Gurdjieff se le ofrece dar otro paso, hacia un lugar escondido que no se puede dar a conocer a la mente ordinaria. De aquí que tenga que viajar con los ojos tapados.
