En este fragmento Gurdjieff, motivado por la experiencia que a punto ha estado de poner fin a su existencia, se interesa por las creencias que existen sobre la vida después de la muerte. Y confronta diferentes fuentes de información al respecto.
En primer lugar, su padre, le previene contra las creencias basadas exclusivamente en ideas y le anima a descubrirlo por sí mismo observando qué le dice su intuición. Después el chaval constata la fuerza de las creencias observando como un niño yezidi se queda atrapada por un círculo que otros niños han dibujado en el suelo a su alrededor. Una persona con conocimientos científicos le explica este fenómeno como un producto de la histeria; es decir: de la fuerza que tiene las ideas para diseñar la realidad en nuestra mente.
Esto podría haberle conducido a rechazar cualquier explicación que no fuera científica como simple superstición. Sin embargo, constata también con sus ojos como un difunto enterrado la víspera aparece de nuevo frente a su casa y asiste a la costumbre de atravesarle el corazón del cadáver con un cuchillo para que no se vuelva a levantar.
Esta serie de sucesos finaliza con el mudo asentimiento que Gurdjieff concede a su padre sentándose a su lado mientras este parece reflexionar.