Mirar con atención para ver

   

    Lo primero de todo es que yo aprenda a abrir los ojos, que aprenda a descubrir por mí mismo lo que está pasando en mí. Esto quiere decir que es necesario que se despierte en mí un gran interés para descubrir lo que está pasando, para ver en cada momento qué está ocurriendo. No para juzgarme. No es un examen moral de conciencia, sino que es simplemente una observación de cara a un descubrimiento diríamos técnico, el descubrimiento de unos modos de funcionar.  

Por lo tanto es esa actitud de descubrimiento, digamos científica e impersonal, la que uno ha de aprender; estar alerta e interesado en observar lo que está pasando constantemente en uno. 

Pero observar lo que está pasando en uno constantemente no quiere decir que yo tenga que estar pensando en mí, porque cuando pienso en mí lo que hago es añadir más líos a los que ya tengo. Observar es observar, no es pensar. Observar es un acto simple por el cual yo dirijo la atención para ver, no para teorizar, no para comparar, no para especular en ningún sentido sobre aquello que veo, no para interpretar nada, sino para ver. Miro para ver, para ver y comprender. 

Esta es la actitud fundamental y que hay que distinguir claramente de lo que es pensar. Es dirigir la atención con ganas de ver y comprender, pero sin querer por ello sacar conclusiones de bien o mal, ni querer referirlo a una teoría u otra. Es ver por el deseo de comprender la cosa en ella misma, observar lo que pasa. 

Esta es una actitud, podríamos decir científica, una actitud de observación, de descubrimiento, no elaborar una teoría con lo que veo, de acuerdo con los modelos que me han dicho de que hay que ser bueno o que hay que ser así o que hay que ser de otro modo, en absoluto. Es observar para ver y descubrir lo que pasa, como si se tratara de una avería mecánica de un motor para lo que empezar a teorizar no sirve de gran cosa. Lo que hace falta es saber observar lo que de hecho está pasando allí.  

Esta es la actitud fundamental: desarrollar una actitud de atención, de interés, de descubrimiento, no de pensamiento. Porque si no es cuando yo me convierto a mí mismo en objeto de mí mismo, lo cual impedirá que yo nunca llegue a ser plenamente sujeto. En la medida que yo me pienso a mí eso podrá dar lugar a muchas obras literarias y a muchas introspecciones y a todo lo que queramos, pero de cara al descubrimiento de uno es fatal, porque va convirtiéndole a uno mismo, la idea de uno mismo, las ideas sobre uno mismo, en objeto de uno mismo. Entonces es una especie de narcisismo en el que uno queda encerrado en su propio cascarón mental. 

Observar es un acto simple y un acto que deja mi mente disponible para vivir en presente lo que está pasando. En cambio, cuando pienso quedo ya absorbido por el objeto en el que estoy pensando y por lo tanto cerrado de cara al exterior. Yo puedo estar atento, viendo lo que pasa en mí y a la vez abierto a lo que está pasando alrededor de mí. Hay que captar muy claramente esta distinción entre estar atento, interesado y lo que es pensar, especular, razonar, juzgar o comparar.  

Antonio Blay Fontcuberta. “SER. Curso de psicología de la autorrealización”

Imagen: Pixabay.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio
logo.adca
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.