El sentido de la vida a través de la presencia de Dios.

El sentido de la vida no es sólo el sentido global de la vida, es el sentido de cada instante de la vida, pues si yo no vivo este sentido en cada instante, yo no podré realizar este sentido. En mi etapa de búsqueda, el sentido de la vida es encontrar la plenitud; luego, si éste es el sentido de la vida, éste es también el sentido de cada momento de la vida, de cada circunstancia; porque «la vida» es un término demasiado general, y si me conformo con esta idea general descubriré que mi conducta particular está muy lejos de este objetivo. Es convirtiéndolo en objeto efectivo de ahora y del momento siguiente como yo realizaré este objetivo. Es, pues, una consigna de cada momento. ¿Estoy abriéndome ahora a lo que es la plenitud, la felicidad, el ser, la verdad, me estoy abriendo a ello? ¿O estoy esperando que algo o alguien me dé un poco más de afirmación o de satisfacción?

Esta perspectiva se podrá ir rectificando mediante la práctica de la meditación y de la Presencia. Esto, al principio, puede darnos la impresión de que nos aísla de las personas, de que disminuye el estímulo, el interés, la motivación que antes teníamos; y es que, ciertamente, la motivación cambia, pero cambia para mejorar. Porque mi motivación será interna, la de expresar algo que vivo, y el resultado será mucho más pleno que si estoy crispado por si me sale bien o mal lo que tenga que hacer.

Somos instrumentos de Dios

Nosotros somos como unos instrumentos conscientes, inteligentes, en manos de Dios, para poder expresar un poco más Su plenitud en la tierra. Somos canales para poder iluminar -mediante Su acción a través de nosotros- un poco más a los demás. No porque yo tenga que enseñar nada ni porque tenga que cambiar o iluminar a nadie, sino solamente porque dejo que Dios a través de mí haga su trabajo de iluminación, de redención. No soy yo quien hago; sólo dejo que Dios haga en mí y a través de mí. En el momento en que creo ser yo, personalmente, quien hace algo, estoy ya cerrando esta apertura hacia Dios, esta puerta de entrada de Dios en mí.

Para que Dios actúe en nosotros es preciso mantener nuestra mente y nuestra afectividad abiertas a su Presencia. Entonces, toda vida adquiere un sentido nuevo. No en el sentido de realizar grandes cosas, pues la vida más aparentemente minúscula y aislada puede adquirir entonces una enorme significación, al convertirse en un canal de transmisión de un poco más de luz, de paz, de fuerza, de gozo, para los demás. Es un trabajo que nos transforma y a la vez hace más felices a los otros.

No se trata de vagos sentimentalismos; se trata de algo tan real como las cosas más reales que existen. Precisamente, yo no he de tener una actitud sentimental -en el sentido peyorativo que se da a la palabra- al tratar con los demás; yo he de tener una actitud entera, sólida, maciza, pero con una gran apertura interior a Dios presente en mí. Y entonces, dentro de mi actitud decidida, clara, sólida, fuerte, se filtrará algo que el otro percibirá, o le beneficiará aunque no se dé cuenta; algo que será una auténtica ayuda para el otro, sin que yo mencione nada relacionado con la vida espiritual, sin necesidad de mostrarme como un apóstol o como divulgador de alguna ideología. Es algo secreto, es algo entre Dios y yo; pero dejando el sitio disponible para que Dios haga su trabajo a través de mí. Esta experiencia está al alcance de todos, pues Dios no tiene ninguna preferencia. Toda persona que tenga una sincera aspiración y la intuición de la Presencia y existencia de Dios en todo, tiene a su disposición esta experiencia, pero hay que estar allí, hay que ir a por ello.

No nos lamentemos de los problemas, de las circunstancias, etc. En lugar de lamentarnos, trabajemos para abrirnos a la Fuente, trabajemos para la solución única, real. Con esta práctica todos los problemas de inseguridad, tensión, depresión, neurosis, fobias, filias, etc., todo se desvanece como se funde un pedazo de hielo a la luz del sol. Todos los problemas existen sólo por defecto de esta Presencia Divina, porque lo positivo ha dejado de expresarse de un modo intenso y lo negativo lo sustituye, pero sólo como ausencia temporal de lo positivo. Todos los estados de miedo, de angustia, no son más que esta ausencia de la Conciencia de ser. Todos los problemas son ausencia de Dios; con su Presencia todos los problemas psicológicos se derriten, desaparecen. Pero hemos de abrirnos, cultivar, vivir esta Presencia mediante la receptividad y el silencio.

 

 

Extraído del libro: Personalidad y niveles superiores de conciencia. Ediciones Índigo 1991

1 comentario en “El sentido de la vida a través de la presencia de Dios.”

  1. Soy en Dios, y tengo que soltar mi yo personal para que Él pueda expresarse a través de mí. Las tres bazas para lograr este objetivo son: la intuición, la receptividad y el silencio de pensamientos personales.
    Me explicaré algo más con respecto a la receptividad porque es importante percibir los matices. Tenemos que ponernos ante Él como si fuéramos a hacer la primera comunión. Digo la primera porque quiero dejar claro que el gesto debe ser vivo. Este es el gesto: disposición humilde ante la presencia, recepción de la presencia, y comunión con la presencia.

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