¿Tu consigna es la tranquilidad o es el triunfo?

 

Es necesario plantearnos lo que podríamos considerar como línea básica de toda transformación:

¿Qué es lo que queremos cambiar? ¿Qué es lo que queremos conseguir? 

En el fondo siempre queremos conseguir algo que valoramos como bueno, y queremos eliminar algo que consideramos malo. ¿Qué es, sin embargo, para nosotros eso bueno y malo? A primera vista la cosa parece muy clara, pero no lo es tanto si lo miramos con detención. 

Las cosas no son buenas o malas por sí mismas. Nosotros somos quienes las vivimos como buenas o malas. Y así, lo que para unos es bueno puede ser malo para otros. Lo que hemos de eliminar no es, pues, un mal objetivo, sino algo que sea malo para una persona determinada. Es decir, un sentido de mal que hay en la persona. 

Y es que, de hecho, todos estamos viviendo una filosofía. Nuestra vida es la encarnación de una ideología, nos demos cuenta de ello o no, y a pesar de que nosotros neguemos toda ideología, toda filosofía. Pues nuestra vida es un modo de vivir y es un modo de ver, de interpretar y valorar cada acto y cada situación. Esta vida nuestra no está hecha de circunstancias frías, neutras, objetivas, como objetos que se ponen en contacto entre sí, sino que está hecha de relaciones que tienen lugar dentro de una mente, dentro de un sentimiento y dentro de una voluntad. Nuestra vida es esencialmente un fenómeno anímico. 

Por lo tanto, de esta filosofía, de esta ideología que estamos viviendo consciente o inconscientemente dependerá el que muchas cosas adquieran una significación positiva o negativa. Por ejemplo: Si yo estoy viviendo bajo la consigna de la tranquilidad, de que lo qu yo quiero es vivir en paz y gozar de un bienestar, si estoy realmente viviendo con esta consigna, aunque no me la haya formulado de una manera explícita, entonces viviré como mal todo lo que sean obligaciones, todo lo que sean alteraciones de mi ritmo, todo lo que signifique apartarme de mis hábitos. En cambio, lo que implique mantener el anterior statu quo será para mí un bien. En tal caso, la idea de creatividad o transformación la aplicaré a esta filosofía, y trataré de retener eso que llamo bien y evitar eso que llamo mal. 

¿Qué ocurre si yo tengo como consigna, como lema de mi filosofía, el demostrar que yo triunfo, que soy un triunfador, que soy el más fuerte, el más capaz? Que viviré las cosas valorándolas según me permitan demostrar esta capacidad de lucha y de triunfo. Para mí lo negativo será que las cosas sigan estando tal como están, y lo positivo será cuando pueda destruir o alterar lo anterior, para crearlo de un modo nuevo. El mal será lo antiguo; el bien será toda nueva transformación, algo en lo que yo pueda afirmarme, reaccionando u oponiéndome a ello. 

Por tanto, las nociones de bien y de mal, o de bueno y malo, serán muy opuestas para una y otra de estas dos personas. 

Digo esto para que se entienda que, antes de empezar a considerar lo que hemos de cambiar, hemos de ver primero si no somos tal vez nosotros quienes hemos de cambiar en nuestra propia perspectiva. Porque, si yo pretendo solucionar algunos problemas, pero no me doy cuenta de que el problema soy yo, esos problemas no podrán ser liquidados nunca, porque mi vida será una constante reproducción, recreación, de esos problemas que soy yo. Yo no puedo cambiar el modo de hacer las cosas o el modo como las cosas se producen, si antes yo, que soy la causa, no cambio en mí mismo. 

Antonio Blay Fontcuberta. “Creatividad y plenitud de vida. Cap 9. El sentido del bien y del mal en nuestra experiencia concreta”.  Editorial Iberia. Decimosexta reimpresión. 2008. Barcelona. 

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