¿Cómo contar a los niños el Trabajo?

¿Cómo podemos contar lo que hacemos? ¿Cómo convencer a las personas que exploren un camino que tanta felicidad nos ha traído?

Me resulta difícil contestar a esto porque muchos adultos interesados en los cambios visibles que provoca el Trabajo en nuestras vidas parecen no entender con claridad lo que hacemos o no estar dispuestos a poner la carne en el asador para poder experimentarlo por ellos mismos. Entiendo que la formación personal y el personaje estén por en medio juzgando cualquier cosa que tenga tufo a religioso, pero entender la diferencia entre lo religioso y lo espiritual no es suficiente para que exista la demanda. La demanda, explicado desde una óptica católica, es un regalo del Espíritu Santo, es una gracia concedida ante la cual no hicimos méritos pero que conlleva una responsabilidad acorde a la magnitud de lo recibido.

Pero hay unos pequeños seres con los que convivo a diario que son más receptivos a la novedad, que les encanta indagar en el porqué de las cosas y que sienten curiosidad por las “excentricidades” de su maestra.

¿Por qué cada teatro que escribes tiene algo para pensar? -me dijo un día un alumno.

– Al cantar la letra de esta canción he sentido cosquillitas dentro. -me dijo otra cuando cantábamos sobre el poder de ser uno mismo.

Estos cambios que el Trabajo ha provocado en nosotros los hemos ido cristalizando en nuestra vida diaria porque el objetivo último del Trabajo debe ser precisamente éste: iluminar la realidad. En mi caso es incorporar la conciencia en la música y especialmente en el teatro, haciendo que cada guión que sale de mis manos lleve un poco de esa luz recibida. Pero, ¿cómo poder explicarles a los niños lo que hacemos? ¿Existirá alguna herramienta práctica que podamos usar para que entiendan con facilidad lo que hacemos?

Una no tiene más que formular una demanda que va a favor de obra para que el albañil supremo ponga en nuestras manos lo necesario, es así. Y llegó en forma de cuento. Me acordé de haber adaptado el Mago de Oz mucho antes de comenzar en el Trabajo y al volver a leer el guión reconocí la respuesta que estaba buscando, era ideal porque contiene todo lo esencial que trabajamos desde la línea de Blay.

Si recordáis Dorothy vive en Kansas junto a sus tíos Henry y Emma, se queja constantemente de que sus tíos no la dejan hacer su vida, salir a ningún sitio…es la frustración que existe cuando intuyes que la vida ha de ser algo más, pero estás enganchado en el bucle del personaje que restringe tu existencia.

La oportunidad para Dorothy nace con un golpe en la cabeza por un tornado que se acerca…una muerte de un familiar cercano, un divorcio, un problema laboral. Y es trasladada a la instrucción del Trabajo que aquí se llama Reino de Oz. Los que habitan en Oz no pueden ayudarte a volver a casa, a tus rutinas que alimentan al personaje; están en otro estado de conciencia. Pero te indican que debes seguir el camino de baldosas amarillas. El camino es el ejercicio diario de ponerse a disposición de lo Superior, el centramiento, el método que seguimos para despojarnos o mantener a raya al personaje.

Dorothy avanza por ese camino encontrándose con facetas de su propia persona, aunque lo ignore. Y es que cuando comienzas el Trabajo hay centros que se revelan deficitarios mientras que otros están sobrexplotados. Así encuentra a un espantapájaros que evidencia falta de lucidez en el centro intelectual, a un hombre de hojalata con problemas en su centro emocional y a un león que no ha ejercitado su fuerza y capacidad motora. Ignorante, vacío e impotente caminan con ella hasta la ciudad esmelralda, que no deja de ser una metáfora de un cambio más permanente del estado de conciencia, para que el gran Mago de Oz les solucione sus problemas. Pero los problemas son precisamente la clave para conocer la verdadera naturaleza que encerramos dentro, ponen de manifiesto capacidades y fuerzas que jamás pensaríamos poseer si no llegasen constantemente a nuestras vidas. Y el personaje les sigue acechando en el camino, en este caso la Bruja del Oeste que aparece una y otra vez.

¿Por qué el Mago no quiere atenderles hasta que no maten a la bruja del Oeste? Enfocadlo de este modo: ¿cómo se construye una torre sin cimientos? Para poder empezar a construir hay que despejar toda maleza y evaluar el terreno de construcción, no sea que aparezcan más adelante las arenas movedizas. El personaje ha de estar a raya para fortalecer el Yo experiencia. El cubo de agua como despertador que derrite a la bruja es una imagen potente.

Volvieron a la ciudad esmeralda y el gran Mago de Oz, un Antonio Blay o Jordi Sapés en toda regla, les hace ver el malvado juego mental que oscila entre el yo idea y el yo ideal a estos pedigüeños: ya eres inteligencia, amor y energía…y lo eres como potencial infinito, no eres un espantapájaros bobo, ni un hombre de hojalata sin sentimientos duro y frío como el acero, tampoco un león cobarde y débil que no es capaz de ejercer su capacidad combativa; sin embargo has vivido como si lo fueras.

Dorothy quiere volver a casa después de descubrir que ya es. El maestro le hace ver que la capacidad para volver a casa siempre la tuvo en sus manos, porque el hogar es lo más amado, aquella identidad central que no muta, lo único que permanece porque no es vulnerable a cambio alguno, es el ancla de la existencia. Tres golpes de talones con los chapines de rubíes repitiendo: “se está mejor en casa que en ningún sitio, se está mejor en casa que en ningún sitio, se está mejor en casa que en ningún sitio”. Y LLEGÓ.

Por eso cuando un niño nos pregunte por qué hacemos lo que hacemos contadle que hubo una niña que no estaba contenta con su vida pero que descubrió un mundo en el que los problemas se podían tomar de dos formas: como una derrota o como una oportunidad. Ella eligió lo segundo y descubrió que trabajando y luchando en el camino contra la bruja se hacía más inteligente, más amorosa y más fuerte…aunque a veces creía que era tonta, fría y cobarde; pero siempre había un mago que la ayudaba a recordar lo que era realmente, y cuando lo experimentó descubrió que ser siempre ella misma era la clave de la auténtica felicidad. GRACIAS POR COMPARTIR MI CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS.

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