El deseo (capítulo 3). Cuando el deseo puede ser obstáculo.

El deseo hace proyectarme hacia algo porque intuyo que a través de aquel algo yo podré realizar un mayor grado de mi propia identidad, o de mi plenitud, o de mi satisfacción, o de mi claridad mental, o de algo que para mí es importante. Pero el deseo en sí no es realización. El deseo no es nada más que una tensión hacia algo. El deseo es una relación que hay entre yo tal como me vivo ahora y yo tal como me intuyo o espero llegar a ser. El deseo es importante, es fundamental, pero a condición de que llegue a su término. En la medida en que yo aprendo a actualizarlo, a convertirlo en acto, en realidad presente, es positivo; pero es obstáculo en la medida en que yo me acostumbro a vivir en el deseo, y sostengo, mantengo, alimento, este deseo. 

El deseo es una relación temporal, transitoria, pero debe ser eminentemente dinámico, algo que me obligue de algún modo a transferirme hacia el objeto del deseo, o a transferir el objeto hacia mi propia realidad actual. Cuando el deseo no hace dinámicamente esta función, cuando se mantiene ahí, como un status, como algo estático dentro, entonces el deseo se convierte en un gran inconveniente, en un gran obstáculo. Encontramos entonces aquellas personas que están viviendo toda la vida sostenidos, identificados, por unos deseos. Y lo mismo es aplicable a los temores, porque deseo y temor son exactamente lo mismo, como decía antes. Deseo es el querer algo; temor es el no querer algo. Todo lo que quiero tiene la contraparte de no querer lo contrario o de no querer que no se realice. Todo temor significa que deseo lo contrario del temor, a la vez que quiero que no se realice lo que temo. Deseo y temor son dos aspectos de una sola cosa; es esta relación entre mi presente tal como lo vivo (en este caso limitado), y un futuro que presiento, que deseo, al que aspiro, como más completo, más real, más mío. 

 

4 comentarios en “El deseo (capítulo 3). Cuando el deseo puede ser obstáculo.”

  1. El problema se plantea en el momento en que el deseo no se actualiza con mi acción sino que simplemente espero que suceda lo que me gustaría o que no suceda lo que me disgustaría. Tanto en un caso como en otro me identifico con lo que siento. Incluso me siento importante por desearlo.
    Sin embargo, lo más frecuente es que nos sintamos importantes por rechazar algo, sin hacer nada por remediarlo. Estamos en contra de muchas cosas y hacemos bandera de este rechazo. Desear que no ocurra es lo mismo que temer que ocurra.
    Y así andamos, o mejor dicho, así estamos: paralizados por el miedo a que las cosas puedan ir peor. Muy preocupados. ¿De qué sirve esta preocupación? Es tan inútil como las ilusiones que pensamos que nunca se van a realizar.

  2. En algún sitio leí que el temor es el padre de todas las emociones negativas. Va a ser verdad. Yo me he encontrado paralizada muchas veces y me costó asociarlo con el temor. Sin embargo una vez identificado , como todo, pierde intensidad.

    Entonces Jordi, pregunto : ¿ mientras haya deseo habrá temor? Parecen las caras de una moneda. Suponiendo que el deseo sea dinámico . Si el deseo dinámico es el motor que nos impulsa siempre tendremos que lidiar con el temor?

  3. Todo lo que es negativo es falso. Desear algo que consideramos imposible o que nos creemos incapaces de alcanzar es simplemente absurdo; si estamos despiertos no caeremos en esta trampa. El deseo dinámico es el amor que se apunta a una nueva realidad que la mente ha descubierto y que nos disponemos a materializar. Si vas a por ello no veo que haya posibilidad de temor alguno, porque casi es más gozoso desear que conseguir.

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