Economía y espiritualidad

Hace tres o cuatro años, en uno de los artículos publicados en www.aticzendo.com, planteé que la superación del actual sistema económico y social tendría que apoyarse necesariamente en la espiritualidad, porque sólo la espiritualidad era capaz de trascender la lógica del beneficio y la acumulación del capital. Lo que nunca me hubiera imaginado es que la iniciativa surgiera del Vaticano. Aquí tenéis algunos fragmentos significativos de la última publicación del Papa Francisco: Evangelii Gaudium.  

Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. 

Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la desigualdad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad.

Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?». ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.

A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.

No cuesta mucho reconocer en estas palabras el espíritu que llevamos transmitiendo desde hace tiempo y que resaltamos especialmente en las reflexiones de los Retiros de Oseira. La novedad es que en estos momentos podemos preguntar a nuestros queridos gobernantes, tan católicos ellos, qué están haciendo para acomodar su política a estas directrices del Vaticano. Porque ahora empieza a ser evidente que lo que ellos llaman orden, desde el punto de vista de la espiritualidad, es decir, desde el punto de vista de la naturaleza humana, no es más que arbitrariedad, injusticia y prepotencia.

Pero nada de esto se puede modificar sin cambiar el sistema económico. También el Papa lo denuncia:

Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!

Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esta minoría feliz. Este desequilibrio proviene de las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no tiene límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar los beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.

Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo a Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la percibe como una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. 

Y sin embargo, nuestros gobiernos protagonizan una carrera desenfrenada cuyo objetivo es privatizarlo todo, devolver al mercado lo que años de lucha social había conquistado. De la misma manera que el Papa ha convocado una especie de congreso para dentro de dos años con el objetivo de hablar de la familia, estarían bien que convocara otra para hablar del sistema económico y proponer una alternativa al estado de cosas que denuncia. Porque esperar que los poderosos colaboren en el cambio o lo protagonicen es algo que parece imposible incluso para los milagros.

Mientras tanto, por favor, procuremos difundir estas palabras. Sobre todo en los ambientes católicos. El Papa también hace un llamado en este sentido:       

La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que los demás poseen.

Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.

 

2 comentarios en “Economía y espiritualidad”

  1. Estamos tan hastiados de las mentiras, el abuso, el cinismo y la prepotencia de los dirigentes todopoderosos que escuchar al máximo dirigente de la iglesia hablar, abiertamente y sin subterfugios, de cuestiones sociales, políticas y económicas tan relevantes como la corrupción, la desigualdad económica y social, el medio ambiente y la explotación de todo tipo; es como un soplo de aire fresco.
    La pregunta es si el Vaticano y el entramado político y económico le permitirán continuar por este camino, si tendrá la suficiente fuerza para soportar toda la oposición y las zancadillas que le pondrán los poderes religiosos y no religiosos o sucumbirá a la presión. Ojalá que su llamada se extienda y que todos nos hagamos eco de ella y prenda la mecha para un cambio de rumbo profundo. Que Dios nos ayude. Pilar

  2. De momento, los teóricos del Tea Party han comentado que «Jesús está llorando en el cielo al leer los comentarios del Papa». Es curiosa la vocación que tiene la derecha de hacer llorar a Jesús y María: ni tan siquiera en el cielo pueden ser felices.

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