EL DIOS DE LAS SITUACIONES Y CIRCUNSTANCIAS

     El vivir es un riesgo permanente. El vivir es un estado permanente de inseguridad. Y solamente aceptando esta inseguridad en todo lo que hay, en todo lo que existe, puedo yo llegar a un centro del cual surge toda mi capacidad de existir.

     Y, desde este centro, surge incluso la noción de seguridad y de realidad, y sólo justamente en este centro es donde se puede Ser en realidad. En cualquier otro punto se es devenir, se es cambio…

   

     …Mi vida es un constante fluir de situaciones y de circunstancias; yo no puedo retener. Cuando quiero retener alguna situación o circunstancia, estoy creando violencia conmigo mismo y con las cosas, con la naturaleza; y, al fin, la naturaleza sigue su curso.

 

     Dichosos aquellos que descubren pronto, aunque sea con sufrimiento al principio, que todo es inestable, y que además no se dejan abrumar por el aspecto aparentemente negativo de este descubrimiento, sino que aprenden a vivir con toda su vida dinámica o positiva dentro de lo inestable, dentro del cambio. Porque, aunque esas personas, en comparación con las demás, aparezcan desdichadas, inseguras, inadaptadas e inadaptables, encontrarán al final, más pronto que los que están adaptados y aparentemente más seguros, esa fuente donde existe la única Verdad, el único Ser.

     

     Si observamos con atención, veremos que las sendas de trabajo interior nos conducen a descubrir lo relativo de nuestros puntos de apoyo. Todas las técnicas nos enseñan a ir poniendo nuestra confianza, nuestro afecto y, luego, nuestro punto de apoyo experimental en algo distinto de lo que hasta ahora era nuestra base. Hasta ahora, nuestra base era el yo personal, el yo idea y el esquema que yo me había hecho de mi mismo, de mi mundo. En el trabajo interior, se aprende a descubrir que estos valores son relativos, falsos, y uno trata entonces de descubrir algo auténtico. Y esto conduce, precisamente, a una crisis, porque la persona se da cuenta de que está buscando algo nuevo, que ya no aprecia lo antiguo como antes, pero que todavía no ha tomado plena posesión de lo nuevo, y, por tanto, se encuentra, durante un tiempo –que puede en ocasiones ser bastante largo–, inadaptado, ni en un sitio ni en otro. Pero, cuando alcanza un nuevo objetivo, cuando alcanza un nuevo nivel de conciencia, ha de volver a realizar este mismo proceso, ha de descubrir que este nuevo punto de apoyo, si bien es cierto, es también relativo, y tiene que descubrir otra cosa nueva, otro nivel de conciencia, otro punto de referencia superior.

 

     Y, así, va aprendiendo cada vez más a desprenderse del anterior, a no apoyarse en nada en particular, a ir descubriendo cada vez más lo que es, en su forma total.

     

     Cuando la vida nos ofrece descentramientos obligados, cuando la vida nos zarandea quitándonos lo que era estabilidad, o seguridad, nos lamentamos. Y es muy malo que esto ocurra así. Porque, para quien está buscando la realidad interior, esto es algo formidable. La persona tendría que dar gracias, tendría que bendecir todas las situaciones que le violentan, porque este es un modo magistral de estimular su desarrollo espiritual.

     

     Cuando algo me zarandea, simplemente porque me está obligando a salir de donde estaba apoyado, me obliga a realizar que aquello no era seguro, que aquello era falso. Y, aunque esto lo viva yo por un momento como algo muy desagradable, en realidad me obliga a buscar algo que sea más auténticamente real, más estable.

     

     En este sentido, todas las experiencias que vivimos como negativas, tienen una doble función: por un lado, una función educativa mediante la que nos obligan a buscar un nuevo funcionar real y seguro. Por otro, ponen de manifiesto un error nuestro de base, consistente en tomar como real una cosa que no lo es. Por eso decimos que el sufrimiento, el dolor, es algo que puede ser completamente ahorrado. El hombre no está destinado a sufrir. El hombre está destinado a vivir su realidad espiritual, su realidad de plenitud. Este es el destino del hombre. Y, cuanto más pronto aprenda a descubrir que no es en ninguna cosa determinada donde encontrará esa realidad y esa plenitud, más logrará vivir esa totalidad que es su destino.

     

     Por lo tanto, hemos de aprender a ver en cada situación y circunstancia la acción de esa inteligencia creadora. Y esto tanto en las circunstancias que nos son agradables, como en aquellas que nos son muy negativas: hemos de aprender a ver un lenguaje en las circunstancias y en las situaciones. Porque todo lo que está ocurriendo es inteligente e inteligible, todo lo que está ocurriendo es expresión de la inteligencia absoluta. En la medida que yo aprenda a mirar las circunstancias con esa receptividad de que hablábamos, las circunstancias se me harán inteligibles, adquirirán para mí un sentido. Y no es que yo les busque una interpretación, sino que descubro que aquella situación o circunstancia es el símbolo de la divinidad, es el símbolo de una verdad, es la materialización de una verdad que se está expresando desde la mente divina.

         A. Blay «Caminos de autorrealización» Pág 247. Ediciones CEDEL 1982

3 comentarios en “EL DIOS DE LAS SITUACIONES Y CIRCUNSTANCIAS”

  1. Muy buen artículo , Carlos:
    Es pertinente ahora y lo fue siempre, lo que pasa es que ahora aprieta más el zapato y para algunos se hace más claro que hay que mirar, por si se lleva una piedra dentro.
    Me parecería incluso genial poderlo traducir al alemán y colocarlo tanto en mi Facebook como en mi página Web. Con tu permiso, claro. Ya me dirás. Un abrazo.

  2. Un artículo espectacular Carlos. Blay logra interpelarme siempre. Su aparente sencillez en el lenguaje muestra una profundidad tan grande que podría leer estas palabras una y otra vez y siempre encontrar matices nuevos.
    Gracias infinitas.

  3. Completamente de acuerdo, Maria Jesús. Esa es la misma impresión que a mí me sucede cuando leo a Blay.
    Ahora, en este artículo, nos toca tomarlo como una pista, para entender la situación que estamos viviendo.

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