La formación de un artista a través del Trabajo Espiritual

Llevo nueve años en el Trabajo Espiritual, en la línea de Antonio Blay y con la ayuda de Jordi Sapés. Lo inicié justo cuando estaba terminando los estudios de ilustración y empezaba a buscarme la vida en lo profesional, en el mundo de la ilustración y de la pintura.

Uno de los campos en los que la espiritualidad ha incidido y ha aportado más luz es justamente en mi carrera profesional. Considero absolutamente necesaria la vivencia de lo espiritual para ser operativo en el terreno artístico. De hecho debo reconocer que, en gran medida, es gracias a la espiritualidad y a la ayuda de Jordi Sapés que, en estos momentos, me estoy dedicando a la pintura. Porque sin esta ayuda igual hubiera sucumbido a las llamadas a la “responsabilidad” por parte de un entorno que considera el arte como una apuesta excesivamente aventurada. Pero, el alma, cuando la escuchas, te muestra cuál es tu camino.

En este artículo quisiera explicar toda la nebulosa que he vivido estos años; entendiendo por nebulosa una serie de ideas, juicios y supuestos déficits, que dificultan la experiencia. Y cómo he podido vencer estas dificultades mediante la decisión de hacer de mi trabajo y mi vida diaria una opción personal de servicio a los demás. Vale la pena considerar los  factores que provocan una visión distorsionada del intento:

El primero es el personaje. En los inicios, justamente porque no tienes experiencia profesional, te sientes obligado a demostrar que eres realmente bueno; lo cual se traduce en  expectativas desproporcionadas, muy poco realistas y prácticas. Te crees muy bueno (yo idea) pero temes que tu calidad no sea reconocida por el exterior y esto te obliga a aspirar a ser considerado un genio mundial en la primera exposición que hagas (yo ideal). Cuando esto no sucede, lógicamente, te sientes muy desgraciado y frustrado porque interpretas que nadie se interesa por ti ni por tu trabajo.

A esto le acompaña la idea ampliamente difundida de que sólo hay dos clases de artistas: los millonarios de dinero, prestigio y reconocimiento y los desconocidos que viven en la miseria y el olvido. Y para pertenecer al primer grupo es indispensable que te descubra un mecenas cazatalentos. Lógicamente, el progreso real que haces, no se percibe al lado de esta fantasía. Pero lo peor es que no dependes de ti mismo; dependes completamente de los demás, porque el éxito te lo tienen que dar los demás. Y lo que la mayoría hace, de entrada, cuando explicas que te estás dedicando profesionalmente a pintar es mirarte como un soñador que, a cierta edad, debería sentar la cabeza y hacer algo “más de provecho”.

En el nivel de conciencia del personaje, el éxito está fuera, y tú te consideras el resultado de lo que los demás opinan de ti y de tu trabajo. Deseas que lo acepten y lo alaben porque te identificas con lo que haces y con el impacto que causas. Así que ya nos podemos hacer una idea de lo irritante que puede llegar a ser este oficio desde este nivel de conciencia. Sobre todo porque en el mundillo del personaje  los artistas se despedazan los unos a los otros.  En definitiva, tiende a ser todo muy aéreo; como si habláramos de humo.

Si además eres emocional, es normal que vayas de la impotencia a la euforia, viviendo en un quiero y no puedo, creyéndote un genio pero con dificultades para bajar a la tierra y llevar una vida práctica. Pero es ahí donde tienes que trabajar: siendo práctico y buscando maneras de  hacer viable y visible tus propuestas. Hasta que esto no empieza funcionar, nada se mueve. Y el Trabajo Espiritual es lo que  paradójicamente, te obliga a bajar de las nubes. El Trabajo Espiritual te hace vivir este peregrinaje como un sendero de realización profesional que va ligado a la realización espiritual. Tienes que ir apartando todo lo que es humo: pretensiones, ideas, juicios, fantasías…y substituirlo por propósitos prácticos que se puedan materializar. El resultado es una experiencia cada vez más enriquecedora, tanto para ti como para los demás;  una experiencia que se convierte en una filosofía de vida.

Mi proyecto final de carrera en 2004-2005 fue un primer paso para enfocar la profesión como algo propio que se desarrolla hacia el exterior, hacia lo que ven tus ojos; pero atendiendo una inquietud interior. En este caso, un fenómeno impactante como es el mundo de la inmigración en la ciudad de Barcelona. 

También inicié el Trabajo de compartir mi trabajo personal con la gente: gente que ya conocía y me animó a continuar, que supieron ver el amor que yo sentía por lo que estaba haciendo y me ayudaron a transitar por la realidad material. Y gente que te conoce a raíz de tu obra y también se interesa por ti; gente que vas incorporando en el camino. Al principio los trabajos son esporádicos y la remuneración escasa, porque crees poco en ti y no te atreves a valorar tu obra. Vas combinando el pintar con trabajos ocasionales que nada tienen que ver con el arte, pero que te permiten volver a él con más fuerza.
 
Poco a poco te atreves a hacer propuestas personales: exposiciones, libros de autor. Este es el camino que define a un artista: hacer propuestas propias que enmarcan tu vida y te hacen evolucionar. Así es como he experimentado una verdadera libertad; compatible con las limitaciones económicas iniciales que vas superando con la ilusión de estar desarrollando una vocación que el mundo te agradece y te devuelve en forma de remuneración. Esta vocación es lo que te permite ser austero y paciente y acentúa las ganas de trabajar y evolucionar constantemente. Una evolución que se expresa hacia fuera y se vive hacia dentro, en un viaje que va de la mano de la espiritualidad.  

Para terminar, expongo algunos valores que he ido cultivando estos años.  Creo en ellos porque he comprobado que dan  sentido al trabajo: 

1. Hacer del arte algo cercano a la gente. Exponiendo en lugares públicos o con cierta afluencia de gente (polideportivos, bares, hospitales, centros cívicos, supermercados), buscando que la gente tenga un encuentro espontáneo y fortuito con el arte. Lo mismo hago en redes sociales como Facebook. Es como una galería que llega a todas las casas.

2. Precios asequibles. El precio del arte es muy relativo y el mercado es el que manda; pero cada uno es libre de poner el precio que quiera. Así que he optado por unos precios asequibles para todos y que a mí me permiten una difusión continuada. Me hace muy feliz que todo el que lo desee pueda gozar de un original.

3. Trabajo constante. Trabajando espiritualmente, así como pincel en mano, sin prisa pero sin pausa, para que la evolución y los descubrimientos sean constantes.

4. Hacer las obras a conciencia y con toda la conciencia. Procurando estar cada vez más disponible para ser un canalizador de algo esencial que se expresa a través de mí.

 

Autor: Miquel Cazaña

5 comentarios en “La formación de un artista a través del Trabajo Espiritual”

  1. Gracias. Pero realmente soy yo el que tiene que darlas por poder experimentar esta libertad y este tipo de vida creativa gracias a Jordi y al Trabajo, y a un nivel de sustento gracias a mucha gente que está ahí apoyando.

  2. Además de expresar mi satisfacción por el trabajo realizado por Miquel o Nico, debo resaltar su demanda interior, que en ningún momento ha dejado de presionarles y les ha impedido instalarse en ninguna clase de éxito. De hecho, el éxito que se consigue en un determinado nivel es fruto del Trabajo que estamos haciendo en otro nivel superior y cuyos resultados todavía no se advierten.

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