Esta realización, en un grado u otro, es accesible a todos. El grado exacto de esta realización viene dado por grado de aspiración, de demanda auténtica, que hay en uno, además de la capacidad de responder sinceramente.
Todas nuestras aspiraciones interiores no sólo nos dan la medida de la intensidad de esta posible realización, sino que, sobre todo, son la garantía de que puede ser alcanzada. Ya que estas mismas aspiraciones, por las que deseamos un estado, una realidad determinada, son ya la cristalización de esa misma Realidad que se está expresando a través nuestro, y que está pugnando por expresarse más, por actualizarse, en nuestra conciencia consciente diaria. En consecuencia, una auténtica demanda de algo se produce porque esa cosa que se pide está ya en nuestro interior, pugnando para expresarse; sucede aquí exactamente igual como al niño que quiere ser mayor porque está siendo empujado, desde dentro, por su impulso natural de crecimiento. Ese deseo de ser mayor es la promesa de que crecerá, de que llegará a serlo; cuando el hombre llega al límite de su capacidad de crecimiento deja de sentir este deseo.
Cuando una persona tiene necesidad, cuando siente el anhelo de comprender, de conocer más, es porque su mente le está empujando a que adquiera nuevos conocimientos, su mente quiere expresarse más; la misma demanda es prueba de que existe la capacidad porque ya está empujando; cuando la persona llega a una saturación de esta capacidad, su demanda cesa instantáneamente. La persona se encuentra entonces satisfecha, tranquila; ha llegado a su medida. Por todo ello es por lo que digo que esa realización no es algo que nosotros hayamos de retener dentro, quedando condenada a no pasar de simple aspiración, sino que es una promesa efectiva de la posibilidad de alcanzar esta realización.
Lo que se requiere es que nosotros seamos capaces de responder a esta demanda con sinceridad, con valentía, con inteligencia, que no nos pasemos la vida clamando, quejándonos, sino que busquemos soluciones con inteligencia, que actuemos de un modo maduro frente a una inquietud interior. Por lo tanto, esta realización es posible y no solamente esto, sino que llega a un momento en que pasa a ser absolutamente necesaria, algo que uno descubre como lo más importante en la vida, lo único importante, aquello que da sentido a nuestra vida y que merece toda nuestra consagración.
Existen muchos grados de realización que dependen de la capacidad y de la demanda de la persona. Si la persona no llega a esos grados absolutos de los que hemos hablado, esto no debe convertirse en un problema, puesto que la persona llega a su propio grado de plenitud y de equilibro cuando satisface su grado de demanda propio.
Esta realización no depende de nada exterior. Por eso es posible; no depende de condiciones, de circunstancias, de un ambiente, sino que depende únicamente del interior. La autorrealización no es sino una actualización de algo que ya está dentro. Su proceso tiene lugar de dentro a fuera; por lo tanto, no requiere que se le añada nada del exterior, no requiere ningún ingrediente, ninguna circunstancia, ningún dato. No depende de nada ni de nadie. Es cierto que hay circunstancias que la favorecen, la estimulan, aceleran el proceso, pero también es cierto que todas esas circunstancias y enseñanzas, que son útiles o necesarias nos vienen dadas porque en el fondo, el mismo que dirige ese desarrollo interior, es el mismo que está dirigiendo las circunstancias, los hechos, todo cuanto está ocurriendo.
Por lo tanto, estoy enfrentado ante algo muy concreto: el hecho de que existe en mí la demanda de una vida plena, de un descubrir el sentido, el porqué de las cosas, de un descubrir qué es mi verdadera identidad; de llegar a la verdad, a la evidencia de lo que está detrás de todo cambio, de toda mutación, de toda transformación.
¿Tengo yo esa necesidad, la siento? ¿En qué medida la siento? ¿La siento de un modo suficientemente claro, como para que me comprometa, ante mí mismo, a ser consecuente con esta demanda?… Este es el problema que tenemos ahora planteado. Si yo, teniendo esta demanda, trato de buscar las satisfacciones de la vida corriente, nunca encontraré la plenitud. Nada puede sustituir esta realización interior. Mas también es cierto que yo no he de aparentar que tengo esa aspiración, si no la tengo. Muchas veces utilizamos lo espiritual para contentar frustraciones, inquietudes, fracasos o miedos en lo psicológico, en lo humano. En estos casos, esta falsa aspiración nunca podrá encontrar una verdadera culminación, ya que nuestros problemas deben de ser enfrentados en su propio nivel, pues lo que falta por desarrollar en nosotros ha de ser inexorablemente desarrollado. El sentido de nuestra vida está en desarrollar todas nuestras capacidades, en madurar, a través de una experiencia plena, y nada puede sustituir esta actualización total de nosotros mismos. No podemos huir hacia lo superior; lo superior viene como una culminación de lo inmediato, de lo que es humano. Es cierto que podemos abrirnos a eso más profundo, superior, para recibir más fuerza y una capacidad mayor para afrontar las dificultades internas o externas que tengamos en la vida. Pero no podemos llegar a una realización superior sin que de algún modo hayamos pasado por una realización a nivel humano. Lo espiritual ha de ser una complementación, una fase ulterior de nuestra realización humana.
Yo creo que es importante que cada persona se plantee con sinceridad qué es lo que está buscando realmente en esta vida. ¿Tiene o no esta demanda de lo auténtico, de lo que está detrás de las apariencias, de lo que son esos valores por los que suele vivir la gente? Si es así, no le queda otra alternativa que embarcarse en esta aventura hacia eso desconocido; es una auténtica aventura, una aventura que involucra a toda la persona, a todas las dimensiones de la persona. Cuando uno se embarca en eso ha de saber que poco a poco le será exigido que ponga en juego todas las facetas, todos los aspectos de su personalidad; uno no puede trabajar en una realización espiritual sólo en un pequeño sector de su mente, de su voluntad, de su afectividad. Esto se puede hacer al principio, pero llega un momento en que uno se da cuenta que se está buscando un todo y que también hay que ponerlo en juego todo.
La aspiración sincera, el intento de ser auténtico, llama a las circunstancias, y éstas se desarrollan poniendo en juego todas las facetas de la personalidad. Hay distintos estadios de realización, en los cuales se puede pernoctar antes de volverse a poner en marcha, porque se percibe que las cosas han de asentarse antes del siguiente objetivo. Uno sabe que, aunque pernocte, es para reorientarse, tomar aliento, reconquistar su fe, cerrar una etapa, efectuar el duelo de un ideal, cercenar una idea, volver inoperante un mecanismo, o superar un arquetipo, pero tiene la imperiosa necesidad de seguir en el juego Supremo.
Está frase no tiene desperdicio: “En consecuencia, una auténtica demanda de algo se produce porque esa cosa que se pide está ya en nuestro interior, pugnando para expresarse” cada pequeño fragmento que se lee de la obra de Blay, encierra en sí mismo el principio y la meta del camino hacia la autorrealización. Gracias Carlos.
Nada puede sustituir la actualización del potencial, lo demás es vivir dormidos sin percibir lo que somos. Gracias!!!
Me pone los pelos de punta porque esta mañana estuve leyendo justamente este fragmento en la trilogía que compré en el primer Congreso. Hay algo auténtico en esto que menciona Imanol sobre esa demanda de realidad que es tal porque pugna por salir del interior, creo que todos lo hemos vivido, pero me llama la atención algo que menciona y que he podido experimentar como una realidad aplastante: la realización de lo superior pasa por la realización de nuestro ser humano. Es por eso que lo Superior no puede ser refugio ni bandera cuando la realidad inferior no quedó resuelta y desarrollada. Gracias Carlos.