Mis recuerdos de infancia, suenan a música. Siempre me ha acompañado. Surgía de lo más hondo como un anhelo y siempre revoloteaba a mi alrededor. Ahora, puedo ver que era un canal de expresión del amor que soy.
En un momento oscuro de mi existencia, la música y el Trabajo en la línea de Antonio Blay aparecieron de la mano. Una confluencia armónica que me ha llevado al punto en el que estoy en la actualidad.
En ese momento donde el personaje campaba a sus anchas y no veía la luz, una amiga me sugirió que estudiara música. No me lo pensé dos veces. Escogí la viola, no sé muy bien por qué, quizás por la calidez y gravedad de su sonido.
Al mismo tiempo, Jordi Sapés apareció en mi vida. Dio una charla en Lleida y algo en mi interior me llevó a trabajar con él.
Después de casi cuatro años en el Trabajo, veo paralelismos sorprendentes con el proceso de aprendizaje de la viola.
En un principio, no sabía cómo coger el instrumento, debía coordinar las dos manos, cada una ejecutaba una tarea diferente. Fue duro ver que el instrumento no sonaba, a duras penas esbozaba algún sonido chirriante y los músculos de mis brazos estaban totalmente agarrotados.
Estableciendo un paralelismo con el Trabajo, cuando empecé a hacer los diarios con Jordi Sapés, no sabía por dónde empezar. No tenía claro que este método concreto, pudiera servir para algo. Escribía una y otra vez sobre la mecanicidad del personaje y a pesar de los despertadores, estaba profundamente dormida. Afortunadamente, Jordi fue contundente con el personaje y después de algunos momentos en los que pensé tirar la toalla, perseveré. Esta es la clave en el inicio y la continuidad de cualquier proyecto. Esfuerzo, voluntad, perseverancia y una confianza total en la persona que te acompaña en el camino.
Poco a poco, la viola empezó a sonar mejor. Fue un progreso lento después de un trabajo diario y metódico. Igualmente, el Trabajo implicó dedicación y práctica diaria. No bastaba con asimilar conocimientos, debía experimentar activamente en los terrenos más dificultosos. Si una pieza resultaba especialmente difícil, debía tocarla una y otra vez hasta que sonara de forma más fluida. Igualmente, si una situación del día a día suponía una dificultad, debía mirarla una y otra vez hasta entenderla mejor y a partir de ahí transformarla.
Un día, sin hacer nada especial, noté cómo mi adaptación al instrumento mejoró y ya formaba parte de mí. Fue algo espontáneo, suave, natural.
Lo mismo me pasó con el trabajo. Después de mucho tiempo dándome de bruces, empecé a ver la luz. Cuando terminé el análisis del personaje, se abrió una nueva etapa, el desarrollo del centro intelectual, muy deficitario en mi caso. Empecé a estudiar Filosofía. En ese momento, pensar en el personaje me daba mucha pereza y quise dejarlo atrás.
Recuerdo con emoción el día que pude tocar una pieza de Bach. Era una pieza sencilla, para principiantes. En ese momento, con la técnica más interiorizada, pude dar rienda suelta a la expresión del amor que soy.
En la actualidad, sigo con el trabajo exhaustivo de estas dos disciplinas. Estudiar filosofía y viola, es un reto, una fuente de conocimiento y un placer inmenso. Ahora, empiezo a entender qué significa actualizar los potenciales que somos y lo estoy logrando ejercitándolos. Lo practico cuando toco una pieza de música y cuando vivo despierta cualquier situación que el día a día me pone delante
Llegar a este punto de mayor simplicidad y placer, ha requerido y requiere un esfuerzo importante. Pero, ha valido la pena, porque la tonalidad en la que transcurre mi vida, es cada vez más armoniosa y más dulce.
La música es un lenguaje espiritual, probablemente el más espiritual. Además, la música surge del silencio. Y como nos recuerda Maju en su perfil de Whatsapp: «El silencio tiene eco» Muchas gracias por este artículo
Gracias Maju por la forma tan simple y bella de exponer tu experiencia.
¿Para cuando el concierto? 😉
Muchas gracias Maju por compartir la experiencia de tu evolución personal. A través del paralelismo que haces entre la Música y el Trabajo nos comunicas cómo trascender las primeras frustraciones e ir entrando en sintonía con lo auténtico.
!!Te felicito por ese doble camino!!!
Un abrazo,
No sé si llegará antes el concierto o la autorrealización je, je, je
Me ha encantado la frase «entrar en sintonía con lo auténtico».
Muchas gracias Isabel.
! Que la música nos acompañe!
Muchas gracias Carlos.