Uno de las actividades que se cuentan de la vida de Jesús en los evangelios es la afición que tenía por curar a los paralíticos. Siempre que tenía ocasión de interpelar a un paralítico, le decía: “levántate y anda”; y cuando el milagro se producía, añadía: “tu fe te ha salvado”. Yo siempre había entendido que la fe consistía en creer que Jesús le podía curar; pero con el tiempo, he visto que el verdadero milagro consiste en que el paralítico considere posible su curación. Porque, lo más normal, es que si le dices a un paralítico que se levante, este te responda indignado: “¿pero qué dices?, ¿qué no ves que soy paralítico?”. Seguramente que hubo muchos que respondieron así, y estos no aparecen en los evangelios.
El milagro se produce cuando los paralíticos se atreven a creer en sí mismos y en su capacidad de levantarse por encima de unas limitaciones que pensaban tener y que, a la postre se demuestra que no son reales. Lo que hace Jesús es transmitirles la fe en sí mismos y en su capacidad para trascender las limitaciones a las que se habían acostumbrado.
Porque claro, también tiene sus ventajas ser paralítico: vives fatal, pero no has de hacer nada y siempre hay alguien que se compadece de ti y te echa una moneda. En cambio la fe exige un esfuerzo superior al ordinario y no todo el mundo está dispuesto a realizarlo.
Otra cosa que hace Jesús con los paralíticos que levanta es perdonarles los pecados. Esto es importante porque él paralítico es paralítico a causa de sus pecados y, si no se le perdonan, vuelve a paralizarse al poco tiempo.
También aquí suele haber confusión: mucha gente interpreta que el paralítico lo es porque Dios le ha castigado por sus pecados, pero es absurdo que Dios lo castigue por un lado y lo cure por otro. El pecado es la desorientación, la falta de orden mental, el no tener claro qué cosas son fundamentales y cuáles accesorias. La parálisis que produce esta desorientación no es tanto de estar inmóvil como de dar vueltas en un círculo vicioso que no tiene salida: siempre los mismos problemas y siempre la misma imposibilidad de superarlos. Hasta que uno acaba considerando la propia vida como un problema y el hecho de vivir como una condena.
Claro, para ver dónde está el error, primero hay que levantarse por encima de los pensamientos habituales y cuestionarlos. Mirarlos con lupa y observar en qué acciones contraproducentes y en qué omisiones pusilánimes o irresponsables se traducen. Y esto se hace desde un nivel de conciencia superior, simbolizado aquí por Jesús; que además de amor, también es verdad y vida.
Y para hacer eso, también se requiere fe en la capacidad de ver y reconocer el error que hay en uno mismo. El gran enemigo de la fe es el dicho: mejor malo conocido que bueno por conocer; es el miedo a perder la poca seguridad que tenemos para abrirnos a la Realidad que somos. Atrevernos es el verdadero milagro.
Me ha resultado muy interesante esta lectura. Me quedo con esto del miedo que simepre me ha sido muy difícil de superar.
Supongo que la clave es la fe en uno mismo
Claro, y basta un poquito para mover montañas. Pero has de tú quien tome la iniciativa.
Todo lo que leo en éste texto me evoca la capacidad de derribar los límites mentales que tenemos. Somos los más interesados en ampliar éstas fronteras y también quienes las mantienen. Cuesta comprender que éstos muros son construidos por el personaje y que no son cosa que haya que dar por sentado.
Creo que cada vez que se traspasan las fronteras personales ocurre un milagro, porque es como abrir una brecha a través de la que nos damos un voto de confianza (saliendo de la inexistente pero deseada seguridad) para experimentar que los límites también pueden ser desarrollados.
Sí, creo que la clave es la fe en uno mismo ¡y la confianza en la Vida!
Este uno mismo es en realidad Uno Mismo, el Yo superior común a todos.
Para los cristianos, dicho de manera familiar, el jefe de este Uno es Jesús.
En los milagros, Jesús pregunta a los enfermos a nivel de alma: ¿qué quieren que les haga?
Y las personas enfermas con sinceridad de corazón le solicitan la curación.
Es imposible pedir ayuda (a Dios, a lo Superior, a Jesús) desde el personaje. El personaje es un miedica.
En lo que respecta a mi proceso personal, ha llegado un punto en el que el tren está frente a mi puerta y veo que es un momento clave para cogerlo o dejarlo pasar. Si lo cojo, aun a pesar de que el Trabajo continúa y falta mucho camino por recorrer, sé que es el inicio de una nueva etapa. Es la etapa de derribar los límites del personaje y ampliar las fronteras, como dice Laura. Y ese es el propósito de mi vida: poner a lo Superior por delante, como vimos en el evangelio.
En tiempos de Jesús: ¿Quiénes eran los capaces de reconocer el error que había en sí mismos?
La gente sencilla, humilde y trabajadora.
Los que se engalanaban con un personaje no sólo eran unos miedicas, sino que además tenían muy mala leche (amor bajo mínimos).
Por eso la predicación pública de Jesús transcurrió mayormente en pueblos y zonas marginales, lejos de los grandes centros de poder. Allí es donde hizo sus mejores amigos y amigas; y pudo realizar la mayoría de los milagros.
Hoy en nuestros días, creo que continua ocurriendo lo mismo o muy parecido.
No me extraña Jordi, yo también durante años y años no he podido extraer claramente lo que reflejan los evangelios realmente tras los milagros y curaciones; he de añadir que la preparación de Oseira este año ha ido abriendo este camino de comprensión más profunda, y de esa comprensión la interpelación directa a nuestra realidad personal. Recuerdo perfectamente estudiando teología, en la asignatura de Antiguo Testamento tuve un profesor de estos calificados como «progres», un día los alumnos fuimos a hablar con él para quejarnos del profesor que nos daba Nuevo Testamento porque considerábamos vital entenderlo bien y el de Nuevo Testamento para nosotros era un carca preconciliar. Recuerdo como este hombre progre nos explicó, por ejemplo, la multiplicación de los panes y los peces, cómo el milagro no era que salían peces y panes de una cesta que parecía no tener fondo. El milagro estaba en que personas pobres y con necesidad real dejaron de lado sus intereses personales y sacaron lo poco que llevaban para comer después del sermón de Jesús, los apóstoles fueron recogiendo y uno daba una galleta, otro un trozo de pan, otro un poco de cecina…hubo gente que no pudo dar nada porque no tenía, pero juntando todo cada persona que estuvo allí pudo merendar, aunque fuese un cachito de algo. El profesor decía que eso era un verdadero milagro porque el hambre era real en esa época, ahora también es real, al igual que el hambre y la sed de tener fe en uno mismo y tirar hacia adelante.
Siempre me ha chirriado el dicho «mejor malo conocido que bueno por conocer» porque si te prestas a conocer con toda tu conciencia no hay maldad que valga. Y atreverse es dejar a un lado los prejuicios que arrastramos para actuar con nuestro Ser en la realidad que se nos presenta.
Pilar María, en mi opinión los milagros de Jesús fueron tal cual.
Los paralíticos andaban, los ciegos recuperaban la vista … Y, aunque parezca increíble, los panes y los peces se materializaban.
Yo creo que un gesto de generosidad vale más que un milagro; pero en aquel tiempo era necesaria la intervención poderosa de lo Superior, para alumbrar las conciencias de aquellas pobres gentes que se encontraban muy desesperanzadas.
Y que gracias a Eso empezaron a seguirle y a cambiar …
Doy las gracias al Sr. Jordi Sapés por haberme permitido compartir estos comentarios con vosotros.
Ahora veo que mi camino (trabajo espiritual) es, tal vez, un poco distinto al vuestro por lo que decido poner punto aquí.
Muy cordialmente,
Ricard
Esperamos que esta sentencia lapidaria no se haga realidad estas proximas elecciones. Aun considerando la prediccion nefasta de que lo por venir sea peor, dejemos al menos que venga, aunque sea para confirmar o desmentir la sentencia.