El Yo-experiencia (lo real) o personalidad es el resultado de todo lo que vivimos de un modo activo. Gracias a las experiencias, dijimos, movilizamos las energías, desarrollamos nuestros niveles, actualizamos nuestra inteligencia y adquirimos unos modos de reacción ante las situaciones. Esta respuesta que damos una y otra vez va desarrollando en nosotros un eje que es la base de nosotros mismos en el mundo de los fenómenos, en lo existencial. Yo realmente soy lo que he desarrollado: en inteligencia, en energía, en afectividad, en capacidad de adaptación, etc.; ésta es mi verdad objetiva, yo soy exactamente esto.
El personaje (mecánica mental fantasiosa) se genera a través de las experiencias incompletas, insatisfactorias. La idea que tenemos de nosotros mismos va adquiriendo una fuerza especial porque utilizamos imágenes para vernos en una situación distinta, realizando imaginativamente lo que, de hecho, no se ha podido desarrollar. Es un modo de vivir la satisfacción que no se ha podido tener en la vida real a causa de unas experiencias frustrantes. Así, yo voy utilizando mi imagen y mi idea de mí en un sentido imaginativo orientado a los deseos internos y que se va alejando poco a poco de lo que es el yo-experiencia real. Entonces yo tiendo a ser en mi mente distinto de lo que soy en mi realidad. Por esto existe tanta diferencia entre mis propósitos y mis realizaciones; por ejemplo, cuando me hago un programa de trabajo, lo hago con mi mente y por lo tanto está en juego el yo-idea, pero la realización del programa debe hacerla el yo-experiencia, y éste siempre presenta un desfase con el yo-idea. Este desfase puede ser en más o en menos, pero lo frecuente es que uno crea que puede hacer mucho más; y compone un programa magnífico en el que hay tiempo para todo, se cumplen los objetivos, todo es excelente, pero luego, un día por una circunstancia, otro día por otra circunstancia, otro día porque uno lo pospone para el día siguiente, etcétera, el hecho es que hay una reducción notable en la realización de los objetivos, y cuando la persona al cabo de un tiempo vuelve a hacer un nuevo programa suele suceder lo mismo. Esto indica que están en juego mecanismos distintos, los de planificación y los de ejecución: el personaje y el yo-experiencia.
El personaje es muy importante porque es el que usamos para pensar en nosotros, es el que tomamos como referencia para valorarnos y para medir las cosas que los demás dicen o hacen. Así, por ejemplo alguien puede manifestar una idea que me lesiona; ¿por qué me lesiona? Porque implica una valoración de mi prestigio. Yo me siento ofendido porque alguien me ha dejado de lado o porque no se me tiene la consideración que creo merecer. Entonces este yo-idea pasa a ser el centro de mi vida intelectual, mi vida vivida como mente, como idea.
O sea que vivimos dos planos distintos. El plano de la idea en el cual soy vulnerable a toda idea negativa y en el que me siento atraído por toda idea afirmativa. Y el plano de mi experiencia real, de mi yo-experiencia, en el que soy capaz de hacer unas cosas determinadas o no soy capaz de hacerlas. Cuanto más se separe el yo-idea del yo-experiencia -cuanto más yo vaya hinchando o deformando la idea que tengo de mí- más estaré en conflicto con la vida real porque estaré viviendo en mi mente con la presunción de hacer y de valorar unas cosas, y de que me valoren a mí de una manera determinada, y la realidad cotidiana no estará de acuerdo con esta planificación mental. Cuanto más yo choque con la realidad, más frustrado me sentiré y mayor necesidad tendré de desear futuras realizaciones, futuras grandezas; iré hinchando más y más esta imagen ideal.
Es importante ver claro el mecanismo del personaje y el valor real de nuestro yo-experiencia. Para calibrar el valor real de éste, hemos de mirar lo que nosotros hacemos realmente. Si hago un examen retrospectivo de las experiencias de mi vida, lo que he hecho en una ocasión y en otra ocasión, y en otra, aparte de las motivaciones, simplemente los hechos, aquello me dará una visión clara, innegable, del yo-experiencia.
Para apreciar la importancia que para mí tiene el personaje he de observar cuáles son las cosas que me molestan, que me enfadan o que me deprimen. Las cosas me disgustan en la medida que van en contra de los contenidos del yo-ideal cuando este yo-ideal es fuerte en mí y yo dependo de él. Cuando yo no vivo sólidamente el yo-experiencia es cuando yo estoy más colgado a mi representación; entonces, más me duelen las ideas negativas de mí. Este dolor, al vivirse como una ofensa o una negación, puede llegar a producir resultados fisiológicos funestos. Hay personas que han padecido un colapso cardíaco a causa de un disgusto. Y ¿qué es un disgusto? Simplemente la negación de una idea; la negación de un valor que hay en la mente alrededor del yo-ideal.
Es importante que uno aprenda a distinguir en su vida práctica esos dos niveles de su realidad. El personaje lo vivimos cuando estamos pensando; el yo-experiencia cuando actuamos. Cuanto más débil es el yo-experiencia más fuerte es el yo-ideal. Cuanto más uno necesita refugiarse en la idea y en las interpretaciones de sí mismo es que vive con poca fuerza la positividad de su yo-experiencia en su vida inmediata.
Texto extraído del libro: Personalidad y niveles superiores de conciencia. Editorial Indigo. 1991
Absolutamente de acuerdo con Blay. Y además el yo experiencia cobra más importancia en el momento en el que uno intuye lo Superior. En muchas ocasiones es el propio yo ideal el que nos acerca al mundo espiritual buscando escapar de esa nube toxica que acompaña al yo idea e incluso puede ser que la persona que nos acoge este funcionando desde su propio yo ideal, retroalimentando de esta manera un circuito que no tiene fin. Los que estamos en el Trabajo tenemos la fortuna de tener un método sistematizado que nos ayuda enormemente a salir de ese “día de la marmota” particular, así que quizá es el momento oportuno para pegar un puñetazo encima de la mesa y dejar “de jugar a ser espiritual” para empezar a ejercitar lo que uno es sin los ambages propios del personaje.
De tanto trabajar la terminología propia del Trabajo hay veces que llego a perderme un poco leyendo textos como éste, muchas veces me quedo con la sensación de que intuyo a Blay más que entenderlo…seré muy bruta, para mí Blay es muy sutil y refinado; aunque siempre he escuchado que es claro y preciso. Pero hay algo que siempre me pregunto: ¿cómo es posible distinguir el yo ideal del yo experiencia cuando ambos pueden tener matices comunes? No sé si me explico. Es algo que me encantaría ver con más claridad. Gracias.
Pilar Mª, a mí se me ocurre una respuesta que es de manual, no digo que yo lo haya conseguido: Muriendo a uno mismo, a una misma.
Está en el evangelio de Juan (Jn 24,12):
«… si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.»
Saludos cordiales.
El yo ideal es algo que los demás te han de reconocer.El yo experiencia es un hecho.